EL AMANTE
Marguerite Duras
Tusquets editores (2010)
Qué extraño estar contigo
Saber que existes
y luego no encontrarte.
Atraparte
en un sueño, al despertar,
quedarme
como al que se le apaga
una vela en mitad de la negrura.
Ya solo sé de ti porque me quemas.
Carmen Fernández Rey
Blanco Roto
Libros Canto Y Cuento(2023)
Resumen
Este texto aborda la temática del amor romántico a partir de la obra El amante, destacando las diversas perspectivas de filósofos, poetas, científicos y psicoanalistas. Se explora la conexión entre la sexualidad y el desarrollo psíquico y somático, así como la importancia del amor en el crecimiento humano. La historia, inspirada en experiencias reales de la autora, permite explorar en este artículo la complejidad de las relaciones humanas, la influencia de las experiencias tempranas en la adultez y la dualidad entre el amor romántico y el erótico. La narrativa se desarrolla en un contexto de colonialismo, racismo y poder económico, abordando temas de vergüenza, pobreza y control social. El relato culmina con separaciones y duelos que permiten a la protagonista un proceso de madurez emocional.
Palabras clave: Amor, Sexualidad, Erotismo, Relaciones humanas, Madurez emocional
Abstract
This text addresses the theme of romantic love based on the work «El amante,» highlighting various perspectives from philosophers, poets, scientists, and psychoanalysts. It explores the connection between sexuality and psychic and somatic development, as well as the importance of love in human growth. The story, inspired by the author’s real experiences, allows for an exploration in this article of the complexity of human relationships, the influence of early experiences on adulthood, and the duality between romantic and erotic love. The narrative unfolds in a context of colonialism, racism, and economic power, addressing themes of shame, poverty, and social control. The story culminates with separations and mourning that enable the protagonist to undergo a process of emotional maturity.
Keywords: Love, Sexuality, Eroticism, Human Relationships, Emotional maturity
Introducción
Desde Ovidio (43 a.C. – 17/18 d.C.) hasta nuestros días han sido muy numerosos los filósofos, poetas, psicoanalistas, científicos y pensadores en general, que han escrito acerca del amor, la sexualidad y el erotismo. Algunos destacan los aspectos estéticos y románticos, otros, las bases neurobiológicas que sostienen las vinculaciones amorosas. Muchos de ellos nos han dejado aportaciones que profundizan en la comprensión de nuestra mente conectando la sexualidad y el deseo con distintas necesidades del ser humano o la ausencia de los mismos con la posibilidad de enfermar psíquica y somáticamente. Todo lo que se pueda decir sobre este tema no son más que retazos, porque desvelar la sexualidad es mostrar la existencia humana misma. Las personas hablan de la sexualidad cotidianamente; sin embargo, aparece como un tema que sale de la oscuridad. ¿Cómo es posible considerar la sexualidad como un tema cotidiano y tabú al mismo tiempo?
Por otro lado, y como vertiente de la sexualidad, el erotismo es exclusivamente humano: es una sexualidad socializada y transfigurada por la imaginación y la voluntad de las personas. La primera nota que diferencia el erotismo de la sexualidad es la infinita variedad de formas en que se manifiesta, en todas las tierras y en todas las épocas. El erotismo es invención, variación incesante, y el sexo es siempre el mismo.
Amar y ser amado constituye una de las experiencias humanas más sublimes y estimulantes que existen, es un fenómeno integral que compromete todo el ser del que ama, afectando a su visión del mundo, dándole un especial sentido a la vida. El amor es considerado un sentimiento poderoso que busca la proximidad entre los seres, es una fuerza vinculante, es Eros, es la vida. Sin él no podríamos crecer, ni relacionarnos, en la falta del mismo está el origen de muchas de las patologías mentales. La soledad, el desamor, la falta de motivación, de proyecto, pueblan las consultas de salud mental. Necesitamos ser amados, contenidos, cuidados.
Desde que nacemos, la figura cuidadora y empática que nos acoge (mamá o su sustituto) y la experiencia de sentir este amor con sus características concretas, sienta las bases de nuestra forma de relacionarnos en el futuro.
El amor romántico
Una expresión especial del amor, el amor romántico, permanece vigente en nuestro ideario colectivo. Elegir pareja genera emociones deliciosas que evocan aquellas emociones sentidas en las primeras relaciones que tuvimos en nuestra infancia. Para los psicoanalistas, esta elección de pareja está fundamentada en aspectos inconscientes generados en nuestra crianza, nuestra relación con el primer objeto amoroso, la madre. Esta relación determinará las futuras elecciones de objeto que vendrán a ser segundas ediciones de esta primera, matizadas por el conjunto de ansiedades, fantasías, defensas, en gran parte o por completo inconscientes, que se centran alrededor de las relaciones entre padres e hijos, y que estructuran y organizan el funcionamiento mental. Las primeras sensaciones físicas, somáticas del bebé, lo que sienta de frustrante o de gratificante, de placentero o de doloroso, quedarán dentro de él como sensaciones buenas o malas que no podrá recordar ni tampoco olvidar, y así, actuarán desde su inconsciente. Son sobradamente conocidos aquellos experimentos realizados durante la guerra en los que sin la presencia de una relación interpersonal dedicada y amorosa, los bebés enfermaban o morían a pesar de ser alimentados y abrigados materialmente. O en un grado menor, presentarán importantes dificultades en las futuras vinculaciones amorosas de su edad adulta (Spitz, R., 1945, 1946). Son interesantes los datos arrojados por la neurociencia en los que se pone de manifiesto cómo los sentimientos que se generan de ternura, intimidad y generosidad suscitados por los hijos activan las mismas zonas cerebrales que la imagen de un amor (Bartels , A. Y ZEKI S., 2004). Cuando se ama con un amor correspondido se vuelve a este paraíso, se hace realidad la feliz unión que solo fue vivida en los comienzos de la vida cuando se experimentó el amor y los cuidados de una unión exclusiva con una madre atenta y entregada.
El libro
En la obra “El amante”, escrita en 1984 por la escritora francesa Marguerite Duras, se describe la relación erótica, sexual y amorosa en la Indochina francesa entre una niña de 14 años y un joven de 26. A través de esta relación, que podría parecer frívola, la protagonista elabora emocionalmente la dolorosa renuncia del amor incondicional a su madre y se vincula progresivamente a una figura masculina extra familiar. Sin duda, esa niña era la propia Marguerite Duras, y el joven con el que se inició en la sexualidad se trataba del hijo de un millonario chino que también existió en la realidad.
El libro, que obtuvo un éxito inesperado y el premio Goncourt, fue realizado en tan solo cuatro meses e inspirado en una serie de fotografías familiares de su adolescencia y juventud. La obra pasó como una novela autobiográfica, aunque, al parecer, pudiera ser una autobiografía a secas si en su momento la autora hubiera aclarado lo que había de realidad y de ficción en las páginas recién publicadas. Jean-Jacques Annaud llevó al cine esta obra en 1992 con un guión adaptado.
Está escrito con un estilo pulcro y preciso, con una sintaxis atemporal, de modo que el texto parece la asociación libre de un analizado frente a su psicoanalista, con un hilo espontáneo de pensamientos. Cada recuerdo evocado y escrito libremente puede implicar un nuevo planteamiento de tiempo o de persona; la no estructura del libro, que carece además de índice, le otorga una naturaleza oral a lo escrito.
La protagonista de esta historia, la niña de 14 años, cursa estudios en la escuela estatal francesa, vive con sus dos hermanos bajo el cuidado de su madre, una mujer emocionalmente inestable a la que ella ama profunda y desesperadamente; y sin la presencia del padre, muerto prematuramente. De la madre dice:“…… aún estoy ahí, a la misma distancia del misterio. Nunca he escrito creyendo hacerlo, …… nunca he hecho nada salvo esperar delante de una puerta cerrada.” (pp. 35). “En mi infancia, la desdicha de mi madre ha ocupado el lugar del sueño. Que el sueño era mi madre y nunca los árboles de Navidad”.
Su hermano mayor era temido, consentido por la madre y generador de celos y de miedo, tanto que la protagonista fantaseaba con la idea de matarle para proteger a su hermano pequeño y para castigar a su madre quitándole de delante el objeto de su amor, castigarla por quererle tanto.
En este ambiente familiar y en este lugar geográfico bañado por el río Mekong vive ella en familia y con pocos lujos: “Durante mucho tiempo no tengo vestidos propios. Mis vestidos son una especie de saco, están hechos con viejos vestidos de mi madre que son a su vez una especie de sacos.” (pp.. 29).
Alrededor de esta situación individual y familiar se va recreando el ambiente de la colonia francesa, en la que impera el racismo, la corrupción administrativa y yendo más allá, el destino de la mujer en esos tiempos de liberación y de fracaso a la vez. Así, el libro va adquiriendo profundidad en torno a estos estratos más profundos.
El relato comienza mientras la protagonista está cruzando el río en un transbordador que la lleva de una orilla a otra. Ella también está transitando de la infancia a la vida adulta. Ella lo ve a él desde la borda y piensa en el río, en la fuerza de su corriente que la arrastraría hacia el mar. Nada queda, todo es arrastrado al mar. Y se agarra con fuerza a ese amor con tal de no ser arrastrada por la pobreza, el miedo y la miseria moral de su vida que podría destruir su vitalidad.
Como elemento fundamental, ella ofrece una imagen de niña adultificada, vistiendo tacones, un vestido de seda natural casi transparente que perteneció a su madre, suelto y grande para su cuerpo aún infantil y ajustado con un cinturón que perteneció a uno de sus hermanos. Lleva incorporados de este modo objetos internos infantiles, aspectos que han pertenecido a su familia pero que ella hace suyos en este momento. El cinturón ajusta su cintura. Melena cobriza ondulada recogida en trenzas como de niña y carmín rojo de mujer. Pero lo esencial es el sombrero, de hombre, de su hermano, que le hace sentirse protegida de las miradas de deseo y a la vez la vincula con la función masculina de llevar dinero a casa.
Los protagonistas sienten de inmediato una atracción mutua en el mismo instante en que se ven.
Cabría preguntarse por qué esta niña eligió ese amor y quizás fuera debido a que hizo una huida hacia adelante para escapar del miedo, del casi desamparo emocional, de las carencias, de la soledad, de la pobreza, de la pequeñez. De la ausencia de padre y de la mala relación con su hermano mayor. A través de la disponibilidad del amor y de la sexualidad se podía sentir mujer, mayor, adulta, acompañada. A la vez complace a su madre, que permite que ella vaya vestida de forma provocativa para mantener la fantasía de que alguien lleve dinero a casa. Su madre siempre ha sido y aún es su objeto de amor.
Con estas premisas, esperaríamos encontrar en esta historia de amor acontecimientos dolorosos, sórdidos, incluso sucios, pues las relaciones de una menor con un adulto deberían ser motivo de escándalo moral. Sin embargo, las condiciones en las que se desarrolla la convierten en lo único digno de esta historia y lo que se encuentra es un espacio privado, erótico y amoroso, en el que los dos protagonistas se sienten vivos de un modo en que no pueden sentirse en otros campos de sus vidas. Cada encuentro sexual-amoroso es una especie de isla que los redime de la miseria moral que sufren en su vida diaria. El libro describe la pureza en las intenciones de los jóvenes, mostrándoles como una forma inmaculada de supervivencia. Sin embargo, una vez cerrado el libro y sin la influencia hipnotizadora de la prosa de Duras, cabe dudar acerca de la belleza de esta relación.
Ella dice: “Siempre está ahí, en el mismo silencio deslumbrante. Me fascina”. “Él dice que está solo, atrozmente solo con este amor”
El relato recuerda a Lolita de Nabokov, pues la adolescente se siente segura y deseada. Sabe que la belleza está en su carácter, cree que las mujeres se equivocan, que la belleza no está donde ellas creen. En línea con lo que Ortega y Gasset dijo: “La belleza que atrae rara vez coincide con la belleza que enamora”. Se siente casi omnipotente con su nueva identidad y siente que así está a salvo del abandono. Pero, a diferencia de su hermana rusoamericana, no es cruel ni despiadada porque, al menos en el caso de Duras, el enamoramiento es mutuo y proporciona una dimensión humana distinta que separa con diferencia a ambas niñas. De este modo, la de Nabokov, partiendo de la rivalidad hacia su madre, irá descubriendo el precio a pagar por el ejercicio de su poder y es la fuga su mejor argumento para una relación que no puede, al menos en el sentir de ella, considerarse un enamoramiento en toda regla. En cambio Duras, sabe por intuición, por su enorme capacidad de aprendizaje, el precio que ha de pagar y lo asume, no como una carga, sino como parte de la experiencia amorosa que se sabe condenada a perecer. Pero que debe ser vivida tanto por necesidad existencial como por cálculo, llamémoslo de alguna manera, político: el cambio de objeto amoroso a partir del amor a su madre y la iniciación sexual, sin que intervengan aspectos perversos en la relación.
Hasta aquí, el amor erótico, lleno de elementos fusionales, infantiles, de pasión, de proyección narcisista… puede ser, y es a veces, el camino de inicio de un amor comprometido. Pero la unión de los dos protagonistas no es la realización de un proyecto vital, personal, en el que el otro está incluido, más bien es el proyecto , o no proyecto, de que el otro esté ahí y responda a las demandas de amor, de comprensión, de sexo.
En el relato hay, por lo tanto, vida y muerte. La vida corre de la mano del amor entre ellos y también reside en la madre, que ama profundamente a sus hijos por encima de ella misma, incluso al mayor, el asesino, como dice la protagonista, y también el amor de la protagonista a su hermano menor y, sorprendentemente, a sí misma. Y la muerte corre a cargo de la censura social, de la actitud de las monjas del colegio, de su hermano mayor, de los que engañaron a su madre, vendiéndole la ilusión de una casa sobre terrenos pantanosos donde nada se puede construir. También reside en la elección que el protagonista masculino hace bajo la presión familiar y social de vivir con otra mujer a la que no ama. El conflicto de fondo es la vida o la muerte.
¿Cuál es el amor verdadero?
Esta historia de amor nada tiene que ver con los actuales contactos tipo Tinder o con los encuentros fugaces. Aquí no hay secularización, sino amor erótico, tampoco hay vulgaridad, ni son dos extraños que se unen ocasionalmente, tampoco lo erótico se profana dando lugar a la pornografía tan exhibida en estos tiempos, entre ellos parece que hay admiración, amor y deseo mutuos.
Pero creo que el conflicto es que esta pareja no puede proyectar un amor maduro que sea reflejo y compañero del amor a la vida. Deben elegir entre renunciar a su amor y tolerar la vida que les ha tocado, o mantener su relación de amor en términos precoces, infantiles, erótico-sensoriales, reencontrando cada uno el paraíso infantil donde se sintieron amados en exclusividad.
Algunos autores consideran éste el amor verdadero. Para Rougemont, en su crítica al mito del matrimonio occidental, sostiene que en el amor romántico, al enamorado se le concede una licencia de futuro que podría utilizar o no y que se le niega tajantemente al amante, siendo este el protagonista de grandes pasiones que en ocasiones se desdibujan en la pareja convencional. Para él, el “pase lo que pase”, no supone la declaración romántica de la elección de un individuo, sino un conformismo social, la formalización de una apuesta. Por esta razón, entre otras, considera que el amor de pareja queda circunscrito simplemente a un modo social de amar, no a un modo esencial de hacerlo.
O como diría Montaigne, los proyectos y la vida en común se perfilan de esta forma como un estado de comodidad ante una falta que nos angustia y que se busca reparar a través del amor. La monotonía, en estos casos, es la experiencia demostrativa de que la ausencia no puede llegar a colmarse: que se sigue sintiendo a pesar de la existencia del otro a su lado. Lo que se llama “amar en occidente” (Montaigne, 1968).
O como dice Byung-Chul Han (2014): un eros expuesto a estas condiciones (comerciales) sufre, amaina, agoniza, muere. En un estado circunscrito a la sociedad del rendimiento, el amor agoniza al convertirse en un contrato de compraventa donde cada parte respectiva busca un ambiente seguro, minimizando la negatividad y transformando el sexo en un simple pasatiempo consumista. Dando así la razón a Tolstoi cuando describe la “paz del hogar” como un auténtico infierno.
Sin embargo, a la sociedad le agradan las relaciones estables que pueden ser reconocidas con algún nombre fijo y cuyas funciones son claras en el contexto de la dinámica colectiva y abomina de cualquier pasión que escapa a su control y que rompe sus cánones.
Sea como sea, el amor romántico es un acontecimiento, no en el sentido que va de la mano del azar o la casualidad, sino en el de alejarse de lo mecánico y lo repetitivo, factores que lo ahogan y lo vuelven imposible.
Vergüenza, pobreza y poder
A lo largo de la historia de este libro entran en juego algunos elementos, el dinero que convive entre la miseria de ella y la fortuna de él y que sitúa a la protagonista en una posición de inferioridad; a la vez, ella posee superioridad racial por ser una mujer blanca. Ambas desigualdades se acompañan de violencia en el relato, que queda plasmada en el enfrentamiento entre Pierre, el hermano mayor de la protagonista, y su pelea con el joven chino. Esta violencia irracional entre individuos simbolizaría a nivel social el embrutecimiento colonial y la agresión a la que la sociedad que le rodea puede someter a esta experiencia amorosa.
Por otro lado, el mundo se le presenta a la protagonista a través de la mentira y la vergüenza. Miente acerca de su edad y oculta la relación que vive a la vez que siente vergüenza de convivir con un hermano drogadicto. Sin embargo, la pobreza, aun siendo consciente de ella, no constituye ninguna vergüenza, la considera parte del escenario en el que le ha correspondido vivir. No se prostituye, aunque fantasee con ello y cuando debe recurrir al dinero del joven, no se ensucia con él, sino que lo toma como el precio de rescate de la maltratada dignidad de su familia, como el salvoconducto de su exilio en Indochina y de su retorno a Francia.
Para el joven protagonista, la vergüenza va vinculada a la deshonra frente a la autoridad de la tradición china, y también al prejuicio por amar a una mujer blanca, que es símbolo de la dominación política en ese momento. Y si para ella la pobreza no es causa de vergüenza, para él sí lo es la riqueza que le pesa como una cadena que él mismo ni siquiera ha labrado.
Respecto al poder, el amante chino es poderoso no solo porque es rico, sino por tener el amor de la mujer que ama, a pesar de protagonizar un lugar social perseguido. A la vez, el dinero que le da poder, le atrapará en una relación que no desea y el amor que le hace fuerte, es a la vez su debilidad.
La separación
Al final del relato llega el dolor, la protagonista se ve sometida a dos duelos terribles: la muerte de su hermano, devastadora, y la separación de su amor: “… el dolor me revistió, me arrebató, no reconocía nada, dejé de existir salvo para el dolor…” (pag. 117)
Ante la inminente separación entre ambos, aparece la amenaza a la estabilidad objetal, pues se pierde la presencia del objeto amado y con él, la estabilidad que éste proporciona, viéndose sometidos a la frustración de la ausencia (pecho vacío, en término psicoanalítico), y se revaloriza al objeto. En el contexto de esta ansiedad de separación, él toma clara conciencia de sus sentimientos amorosos hacia ella y surge en él también, la inhibición del deseo sexual, posiblemente motivada por el sentimiento de culpa por no poder brindarle un amor completo (suficiente) y genuino, y también de enojo: “Una vez fijada la fecha de partida, incluso lejana aún, … su cuerpo ya no quería saber nada de la que iba a partir, a traicionar…” (pag. 124).
Como dice Coleridge, el enojo contra el ser amado tortura el seso como la demencia.
Tal y como lo describe el libro, la que partió siendo una niña llena de carencias afectivas, se subió de nuevo al transbordador del río con una ganada madurez sexual, con mayor sentimiento de seguridad y mayor capacidad de insight y de conciencia de incertidumbre ante su vida. También con mayor determinación de su vocación: “escribiré libros”, dice la protagonista. Así mismo, con un gran sentimiento de dolor, había perdido algo más que una importante relación de pareja, se había despedido de su infancia.“… Escribiré libros. Eso es lo que vislumbro más allá del instante, en el gran desierto bajo cuyos trazos se me aparece la amplitud de mi vida.” (pag. 117).
Deja atrás lo vivido que a la vez siempre permanecerá con ella. La liberación del barco en el ancho mar representa la propia liberación después de haber atravesado las tortuosidades del río y sus trampas.
El mar de China, el mar Rojo, el océano Índico, el canal de Suez, despertar por la mañana, y ya estaba, se sabía por la desaparición de las trepidaciones, se avanzaba por las arenas. Pero, ante todo, ese océano. Era el más lejano, el más vasto, tocaba el Polo Sur, el más largo entre las escalas, entre Ceilán y Somalia. A veces estaba tan calmo y el tiempo tan puro que, al atravesarlo, se trataba como de otro viaje distinto de aquel mar a través. Entonces el barco entero se abría, las crujías, los ojos de buey. Los pasajeros huían de sus corridos camarotes e incluso dormían en el puente. (pag.126).
El libro nos hace partícipes del tránsito de la protagonista, desde la elección de objeto infantil a la elección de objeto más adulta, plasmado en una relación amorosa, en la que se congelan los aspectos más maduros sexualmente al lado de los aspectos más infantiles que se anclan en las asimetrías de la relación, en parte resueltos y en parte retenidos por la misma relación y cuyo vector resultante es el crecimiento emocional de la protagonista.
‘Cuadernos de la guerra’ recoge textos inéditos en castellano y biográficos de la escritora francesa:
https://www.lavanguardia.com/cultura/20240129/9507823/dolorosa-espera-hombre-amado.html
Referencias bibliográficas
Bartels, A., & Zeki, S. (2004). The neural correlates of maternal and romantic love. Neuroimage, 21 (3), 1155-1166.
Byung-Chul, H. (2014). La agonía del eros. Herder Editorial.
Duras, M. (2010). El amante. Tusquets Editores, S.A.
De Montaigne, M. (1968). Ensayos completos.
De Rougemont, D. (1978). El amor y Occidente.
Coleridge, S. T. (2010). Biographia literaria.
https://www.todostuslibros.com/libros/biographia-literaria_978-84-8191-929-5#synopsis
María del Carmen Saavedra Mateos
Médico Psiquiatra.
Psicoanalista de la SEP— IPA
e-mail: consulta@mcsaavedra.org