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Flee
J.P. Rasmussen

 

Jonas Poher Rasmussen, director de este documental hecho en animación, podríamos decir que pone en el diván a su amigo Amin, de origen afgano, refugiado en Dinamarca, para que lleve adelante el proceso de reencuentro y reconciliación que necesita hacer consigo mismo. Es un tratamiento indispensable para que el protagonista pueda seguir adelante con su vida íntima, personal y sentimental. Y será a través de la palabra hablada, de la narración del protagonista estimulado por la escucha de ese otro que es el director de la filmación y, posteriormente por la audiencia, que se irán mostrando por una parte, la tragedia que supone la migración ilegal y por la otra, la forma de vivir la homosexualidad en función del contexto social. 

Flee es una coproducción de Dinamarca-Francia-Suecia-Noruega, hecha en cine animado para preservar la identidad de la persona real que es el protagonista de la historia. “Flee” significa escapar o abandonar un lugar huyendo de él. La película integra a los personajes de animación, con filmaciones reales difundidas en diferentes momentos por los medios de comunicación del período al que se refiere. La primera grabación es de Afganistán en el año 1984, en plena época del conflicto entre soviéticos y muyahidines, contexto en el que el pequeño Amin crecía ya como un niño “diferente” pero integrado en su medio, en un hogar vivido como seguro a pesar de la inestabilidad social y política del país. Le seguirán otras imágenes reales que tienen que ver con tragedias relacionadas con el tráfico ilícito de personas, en este caso con hechos vinculados con la vida del protagonista y su familia. 

El ritmo y la complementariedad de las escenas reales con las de animación hacen del documental un relato austero, sin sensacionalismos innecesarios, un poco “como la vida misma” aun tratándose de hechos y circunstancias de gravedad extrema, que ponen a prueba la resiliencia y los recursos humanos de los implicados en la historia. 

Los pasajes contextualizados en Rusia nos ponen en contacto con la época pre-Putin tras el desmoronamiento de la antigua URSS. Y por esas paradojas de la vida, Amin dirá en un momento dado, “por suerte la policía rusa era tan corrupta que pagando nos dejaron quedar y no nos repatriaron a Afganistán”. 

El film tiene un buen guión y está rodado sin efectismos inútiles, pero no carente de emoción, mencionaré algunos aspectos que me parecen de especial interés. 

El silencio del protagonista durante largos años sobre la verdad de su migración, en el contexto de su historia personal. Aprender a vivir en la mentira como una forma de asegurar su supervivencia. El miedo que se arraiga y que le impide enraizar en su nueva patria con la nueva familia por construir. Su homosexualidad y el temor al rechazo por parte de los suyos si descubren su orientación sexual. La integración de su familia en los valores de los países escandinavos. El abrazo de su hermano mayor cuando le dice “siempre lo supimos” (que eras gay). Emotivo encuentro de lo mejor de las dos culturas, el sentido afgano de la familia y la tolerancia de la sociedad nórdica hacia la diferencia.

En definitiva, una película recomendable por lo que aporta, lo que nos enseña y lo agradable que es de ver. Sin ignorar la banda sonora y algunas de las bellísimas canciones que la acompañan como Sarzamin-E-Man por Elaha Faiz. 

 

Pilar Tardio Abizanda
Psicoanalista de la SEP-IPA.
Psiquiatra de Adultos e Infanto-Juvenil.