para TEMAS DE PSICOANÁLISIS

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María Pazos Morán (1953) tiene un currículum muy especial. Se licenció en Matemáticas, realizó un Máster en Estadística en la Universidad de Harvard a principio de los noventa y se especializó en el estudio de los sistemas de bienestar nórdicos en las universidades de Estocolmo, Islandia y Aalborg entre el 2006 y el 2015. Ha realizado una vasta carrera profesional trabajando como docente en matemáticas, como profesional del Cuerpo de Actuarios, Estadísticos y Economistas de la Seguridad Social y del Departamento de Estudios Socio Económicos del Ministerio de Trabajo, como investigadora en el Instituto de Estudios Fiscales y como Administradora en la División de Política Social de la OCDE. Pero lo que imprime carácter a su labor profesional y académica es que ha entrelazado su militancia política feminista con su carrera y se ha especializado en el análisis de las políticas públicas y fiscales desde una perspectiva de género, así como en la comparación internacional de sistemas de impuestos y prestaciones.

Ha escrito muchos documentos para especialistas y técnicos de la administración y en 2018 ha publicado Contra el patriarcado. Economía feminista para una sociedad justa y sostenible. En este libro vierte su pensamiento y su experiencia de forma rigurosa y  comprensible para el  público general.

En la actualidad su trabajo feminista fundamental se desarrolla en la Plataforma por los Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción (PIINA).
 

Temas de Psicoanálisis.─ Para centrar a nuestros lectores sobre su personalidad, su postura y su ideología citamos la primera frase que usted vierte en la Introducción de su libro Contra el patriarcado,  donde muestra una denuncia clara y contundente sobre  el tema: «El título de este libro refleja la tesis que le inspira: el patriarcado provoca enormes sufrimientos a toda la población y, en alianza con el capitalismo, está conduciendo a la humanidad a su propia extinción. Para detener esta carrera desenfrenada hacia la catástrofe, para construir una sociedad justa, feliz y sostenible, en definitiva, para que tanto sufrimiento deje de existir, debemos trabajar contra el sistema patriarcal». Pero, ¿podría explicar cuáles han sido sus inicios en la lucha feminista? Sobre todo en qué momento histórico se produjo.

María Pazos.─ Cuando tenía 13 años me preguntaron a qué me quería dedicar de mayor y contesté que quería ser feminista. Debía haber atrapado al vuelo la palabra porque no tenía acceso a lecturas ni lo había hablado con nadie. Pero estaba convencida de que las mujeres y las niñas debemos rebelarnos ante la desprotección y la falta de derechos que sufrimos. Recuerdo que me repetía: ¿cómo es posible que el gobierno no proteja a las mujeres y a las criaturas contra un cabeza de familia maltratador, sino que por el contrario avale su autoridad absoluta? Entonces yo aún creía que esos cabezas de familia eran casos aislados de locura, luego entendería mucho más.

En la universidad participé en grupos de mujeres más o menos informales. En 1976 entré en el recién creado Frente de Liberación de la Mujer y después en otros grupos. Era una época en la que coincidía la ola feminista de aquellos años con el fin de la dictadura en España.

TdP.─ ¿Cuándo empezó a poner al servicio de las políticas de igualdad de la mujer sus conocimientos de matemáticas y economía?

M. Pazos.─ Eso fue más difícil. Durante mucho tiempo envidiaba a otras compañeras que podían dedicarse al feminismo desde sus profesiones; a mí me parecía difícil siendo matemática. Pero me fui orientando hacia la investigación y trataba de elegir los temas que me interesaban.

En el año 2000 conseguí un puesto en la Dirección de Estadística de la OCDE, pero en cuanto pude me pasé a la División de Política Social donde estuve al cargo de los modelos de microsimulación de impuestos y prestaciones (llamados tax-benefit). Mi tarea era eminentemente técnica, pero para construir esos modelos tenía que estudiarme las regulaciones de los (entonces) veintinueve países miembros. Esta experiencia me permitió especializarme en la comparación internacional de sistemas de política social y en el estudio de sus impactos; un asunto fascinante.

En 2004, poco después de volver de París, el Instituto de Estudios Fiscales me permitió iniciar una línea de investigación sobre Políticas Públicas e Igualdad de Género (estábamos en el inicio de la llamada “Ola Zapatero”). A partir de ahí me pude dedicar a tiempo completo a esos temas. La verdad es que he encadenado golpes de suerte; aunque también me ha costado buscármelos.

TdP.─ En su libro usted realiza un interesante repaso histórico de las distintas olas del feminismo desde las sufragistas de principios del siglo XX hasta el momento actual en que estamos de lleno en una tercera-cuarta ola de difícil análisis todavía. ¿Podría decirnos en síntesis cuáles son los principales logros de las tres olas feministas anteriores?

M. Pazos.─ Para mí ha habido dos olas antes de esta en la que estamos. La primera es la conocida generalmente como sufragismo, que se desarrolló desde mediados del siglo XIX, aunque se fue gestando desde mucho antes, y tuvo su mayor apogeo en la primera parte del siglo XX. La reivindicación emblemática era el derecho al voto femenino, pero también se luchaba por los demás derechos civiles, así como por el acceso a la educación y al empleo. Estos derechos se consiguieron, aunque con limitaciones, y las mujeres se lanzaran a su aprovechamiento.

Tras la época de contrarreacción patriarcal y social de las décadas de 1930 a 1960, las mujeres se cuestionan su situación como amas de casa y las enormes trabas que se encontraban en el empleo, en la educación y en todas las esferas de participación política. En la primera ola se había clamado por el acceso a todos los ámbitos; en la segunda se reivindicaba la igualdad en ellos y por la eliminación de las leyes coercitivas que seguían pesando sobre las mujeres.

También es una ola de cambio de comportamiento generalizado: en una década, las mujeres abandonaron masivamente la profesión de «ama de casa» (sustentada por lo que Kate Millet denominó tan acertadamente «la mística de la feminidad») para incorporarse al empleo, cambiando radicalmente el panorama social. A este fenómeno lo llaman «la revolución silenciosa», aunque de silenciosa no tenía nada.

En el curso de esta segunda ola se consiguieron derechos (al divorcio, al aborto), se eliminaron discriminaciones explícitas en los códigos civiles (como la autoridad marital), se aprobaron leyes prohibiendo la discriminación salarial, se eliminaron disposiciones que impedían el acceso a ciertas profesiones y puestos de representación… En definitiva, se pasó a la fase que se denomina de «igualdad formal».

TdP.─ Ahora mismo y sobre todo por parte de las nuevas generaciones de mujeres y ya algunos hombres, aparece una toma de consciencia muy generalizada, que se expresa de formas variadas y muy vitales, sobre la necesidad de denunciar tanto la violencia de género como las desigualdades y la reclamación de políticas de género en las relaciones laborales o la conciliación familiar, por ejemplo. Este movimiento de carácter internacional muy ligado a las redes sociales y a propuestas como #metoo o #noesno se hace visible en especial en las huelgas feministas de estos últimos años.  ¿Cuál diría que es la principal característica diferencial con respecto a las anteriores olas feministas?

M. Pazos.─ Después de varias décadas de «igualdad formal», empezamos a ser conscientes de que se necesitan cambios más profundos. Las mujeres jóvenes han crecido oyendo que tenemos los mismos derechos, pero en la práctica se ven sometidas a todo tipo de violencias y discriminaciones. Teóricamente tienen libertad de movimientos, pero no parece que puedan llegar muy lejos. La violencia sexual, azuzada por la potentísima mafia de la prostitución y la pornografía, es cada vez más brutal.

La discriminación de género en el empleo se agudiza por la pérdida generalizada de derechos laborales y, a la vez, por las políticas que mantienen a las mujeres realizando el grueso de los cuidados en situación de precariedad y por debajo de los mínimos derechos humanos, mientras que a los hombres se les mantiene alejados de los cuidados y totalmente disponibles para las empresas.

La familia sigue siendo muy desigual; los hombres siguen formados e incentivados para mantener el poder. Todo esto es difícilmente soportable por las mujeres, que además ya están mejor formadas que los hombres. No es extraño que en las manifestaciones se grite «no es un caso aislado, se llama patriarcado». Creo que esta consigna resume el gran salto de esta ola respecto a la anterior.

TdP.─ Como simples ciudadanos nos da la impresión que este movimiento feminista, que coincide con el resurgir de la ultraderecha en Europa, se utiliza de alguna manera  para reforzar la idea de una especie de machismo idealizado que impregna esta ideología de ultraderecha, sobre todo en España. ¿Cree que el neoliberalismo utilizando la ultraderecha podría estar luchando contra el feminismo como una forma más de acabar con el Estado del Bienestar?

M. Pazos.─ Hasta la segunda ola de feminismo, la alianza patriarcado-capitalismo estaba basada en la familia tradicional, en la que a los hombres se les otorgaba la autoridad absoluta, y en un empleo masculino en el que los hombres eran los únicos ganadores del salario familiar. Pero las mujeres abandonaron masivamente la profesión de ama de casa y esa alianza saltó por los aires.

Ahora la situación es muy diferente, pero el neoliberalismo y el patriarcado tienen intereses comunes igualmente fuertes. De hecho, no pueden vivir el uno sin el otro. El ultra capitalismo descontrolado ofrece a los hombres (sobre todo a una capa de hombres bien pagados que tiene a su servicio) la posición preeminente en el empleo y la dominación sobre las mujeres a cambio de su fidelidad. Por supuesto, esa fidelidad incluye la no impugnación de las privatizaciones, el desmantelamiento del estado del bienestar, la reducción al mínimo de los sistemas impositivos progresivos y generalizados, la falta de servicios públicos de cuidado, etc.

El neoliberalismo se nos vende como una corriente ideológica que se inició con Margaret Thatcher y Ronald Reagan, y por tanto ligada a las democracias formales. Pero esto no es cierto ni mucho menos. Al contrario: los primeros programas neoliberales “de ajuste estructural” se aplicaron en Chile con la dictadura de Pinochet y en Argentina con la dictadura de Videla. Entonces, en Europa, los estados de bienestar estaban aún en una fase expansiva y las democracias parecían sólidas.

Lo que está claro es que el ascenso de la ultraderecha es una reacción contra el feminismo, contra el estado del bienestar y contra las voces que se alzan para que se tomen medidas ante la crisis climática y ecológica, atendiendo a las víctimas en lugar de construir muros. El neoliberalismo y el patriarcado no tienen escrúpulos democráticos; intentan suprimir las libertades que se interponen en su camino.

TdP.─  Usted describe con precisión que la División Sexual del Trabajo (DST) es la principal forma en que actúa el patriarcado para generar diferencias de derechos y económicas entre hombres y mujeres y que es ineficiente e insostenible. ¿En qué consiste y porqué es tan importante?

M. Pazos.─ Aunque ya no nos encontramos en ese régimen patriarcal de extrema división sexual del trabajo, el sistema actual sigue basado en que las mujeres sean las cuidadoras principales en el hogar, mientras que a los hombres se les supone totalmente disponibles para el empleo y alejados de esas tareas. Los hombres ocupan las posiciones preeminentes en el empleo y en la vida pública, mientras que la mayoría de las mujeres se encuentran en situación de vulnerabilidad, precariedad y dependencia económica.

Este sistema se mantiene con regulaciones e incentivos económicos que nos impiden la igualdad en el empleo y el reparto equitativo del cuidado, dos caras de la moneda que no pueden separarse.  Nos dicen que somos libres, pero cuando nace una criatura a la madre le dan un permiso más largo y prolongable con otras facilidades como excedencias y reducciones de jornada, ya que no hay escuelas infantiles asequibles para la mayoría. Tampoco hay servicios de atención a las personas dependientes suficientes y de calidad.

Las regulaciones laborales son cada vez más flexibles para las empresas y más incompatibles con cualquier planificación de vida, mucho menos con las obligaciones que requieren una o varias criaturas. Todo esto conduce a que muchas mujeres se vean como amas de casa sobrevenidas, expulsadas del empleo y dependientes económicamente, mientras que muchos hombres se ven extrañados de la familia y disponibles veinticuatro horas para las empresas.

La vida de las mujeres es muy difícil en este sistema familiar. Pero cuando se ven fuera también tienen que pagar un alto precio por su libertad, en términos de pobreza y discriminación. Concretamente, la desprotección de las familias monoparentales clama al cielo, con tasas de pobreza infantil por encima del 50% en ese tipo de familia, el doble que en el caso de las familias biparentales[1].

TdP.─ Asimismo usted vincula la justicia social y de género a un estado del bienestar sólido. ¿Cree que en la Unión Europea, por centrar geopolíticamente el tema, se han  realizado cambios significativos a nivel político que tiendan a propiciar esta situación o se trata más de declaraciones para quedar bien sin mucha trascendencia? ¿Y en España en concreto?

M. Pazos.─ Una de las cosas que he aprendido en mi trabajo de comparación internacional es que la Unión Europea es heterogénea. En los países nórdicos sí se hicieron reformas estructurales. En particular, universalizaron el derecho a la atención a la dependencia y a la educación infantil desde los cero años, poniendo en pie sistemas públicos de calidad, suficientes, con empleo público. También individualizaron la mayoría de las prestaciones y los sistemas impositivos, de tal manera que eliminaron los incentivos a la permanencia de las mujeres en el hogar. Estas reformas, junto a un empleo a tiempo completo, estable, con horarios cortos y regulares, permitió a las mujeres ser económicamente independientes durante toda su vida, y eso lo cambia todo, aunque persista la discriminación laboral.

Pero nos encontramos también con países como Alemania, donde las mujeres se ven obligadas a interrumpir su empleo por maternidad durante al menos tres años, y después se ven condenadas a la precariedad laboral.

En cualquier caso, en todos los países se están revirtiendo los avances. La ola de privatizaciones y desmantelamiento de los sistemas de protección social y de los derechos laborales es generalizada. Y esto es muy grave porque, como trato de fundamentar en el capítulo 6 de mi libro “Contra el Patriarcado”, no es posible la justicia social y de género sin un estado del bienestar sólido. A la igualdad solo podemos llegar ampliando derechos y resolviendo las necesidades ahora desatendidas. Si no, seguirá la súper-explotación de las mujeres.

TdP.─ Usted concede una gran importancia a los permisos de nacimiento y adopción iguales e intransferibles. En un primer momento se ve como una forma de evitar la discriminación laboral de la mujer, pero ¿sería éste uno de los principales pasos para iniciar verdaderas políticas de igualdad en la pareja al permitir que los hombres puedan establecer mejores vínculos con los hijos?

M. Pazos.─ Los permisos igualitarios, tal como los concebimos desde la PPIINA (Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles) son aquellos que permiten a los hombres quedarse al cargo de sus bebés el mismo tiempo que las mujeres durante el primer año, y que este tiempo sea lo suficientemente largo para que, turnándose entre dos personas, se pueda cubrir todo el periodo hasta la escuela infantil. Esto se consigue con la propuesta que hacemos, que es simple: dos semanas simultaneas para la madre biológica y la otra persona progenitora a partir del nacimiento, y otras catorce a tomar durante el primer año. Así, sumando vacaciones y permisos de lactancia, llegaríamos hasta los diez meses largos.

Esta medida no es la única necesaria, pero es fundamental para establecer comportamientos igualitarios en el momento crítico de la llegada de un bebé. Es crucial para que el padre pueda establecer el vínculo de apego con su criatura, algo ahora reservado generalmente a la madre pero que también es posible para el padre si se queda al cargo, como se demuestra en numerosos estudios de observación. También es importante para la educación temprana, tanto del bebé recién nacido como de las otras criaturas, que crecerían viendo cómo papá y mamá cuidan por igual.

Por último, y no menos importante, claro que este sería un paso importante para eliminar la discriminación laboral hacia las mujeres. Ahora estamos consideradas por las empresas como mano de obra de alto riesgo, en comparación con los hombres, por nuestra mayor probabilidad de ausentarnos.

TdP.─ Para nosotros, los psicoanalistas que trabajamos con y en el mundo interno de las personas y con las influencias de su entorno cercano y del momento social, su punto de vista resulta ilustrador e interesante en especial, sobre todo en lo que se refiere a las normativas hegemónicas de género que se vierten a través de las políticas sociales pero también a través de los medios de comunicación, ya sea en programas aparentemente más rigurosos como en los de entretenimiento. ¿Cree que hay una intención deliberada por parte del poder en seguir mostrando modelos poco igualitarios o netamente denigrantes para las mujeres aunque con una apariencia de respeto e igualdad?

M. Pazos.─ Sobre estos fenómenos se ha reflexionado mucho en otros campos, y las reglas que se observan también se aplican a la transmisión de la desigualdad de género. Para mí la cuestión no es si hay intención deliberada. El materialismo histórico, que es un método ampliamente aceptado en las ciencias sociales hoy en día, nos dice que la estructura social conlleva una determinada forma de vida. Y esa forma de vida es la que determina la conciencia, la ideología, la actitud de los medios de comunicación, etc., todo un conjunto de actitudes e instituciones que Marx y Engels llamaron “superestructura”.

En el caso que nos ocupa, la estructura de la familia y del empleo, basada en la división sexual del trabajo, conforma unas relaciones entre los sexos que sistemáticamente otorgan el papel dominante a los hombres y el papel de sumisión a las mujeres. Muy simplificado, la estructura es el patriarcado y la superestructura es el machismo. Y esto se produce sin necesidad de planificación.

En particular, hace mucho tiempo que las feministas identifican a la familia patriarcal como la primera y fundamental escuela de desigualdad y de dominación. Es en la familia donde se aprende desde el nacimiento la jerarquía de género, y sabemos que el primer año de vida es determinante en la formación de la conciencia. Kate Millet señalaba, en su libro “Política Sexual”, que ya a la edad de un año las niñas saben que son niñas, y los niños saben que no son niñas, porque la masculinidad se construye como rechazo a la feminidad y como conciencia de mayor importancia. Esto es muy difícil de revertir.

En la educación, en los medios de comunicación, se muestran modelos denigrantes para las mujeres porque son los que tienen en la cabeza quienes elaboran los contenidos. Aunque estos modelos estén ya obsoletos, porque la realidad va por delante, el imaginario es más difícil de cambiar, sobre todo en los hombres que no se han visto necesitados de hacerlo. Las mujeres sí cambiamos más rápidamente porque nos va la vida en ello, y aún así también somos víctimas de la ideología dominante.

Como dijo Keynes, “la dificultad no reside en comprender nuevas ideas sino en rehuir las viejas, que penetran hasta el último rincón del cerebro de aquellos que, como la mayoría de nosotros, han sido educados en ellas”.

TdP.─ Para terminar, ¿qué expectativas podemos hacernos sobre el futuro no ya solo de la igualdad de género sino también sobre el bienestar de nuestras sociedades?

M. Pazos.─ Estamos en un momento histórico difícil. Las multinacionales se han apoderado del poder mundial y están aprovechando todo tipo de estratagemas para parar cualquier avance que atente contra sus intereses. Estas estratagemas van desde la cooptación de intelectuales, gobernantes y organismos internacionales hasta la potenciación del machismo y el fascismo.

El feminismo es un movimiento potente que podría provocar cambios sociales importantes, no solo en cuanto a la igualdad de género sino en cuanto a la igualdad social, la solidaridad con los pueblos, el cuidado del planeta… Si la historia nos diera tiempo, quizás tocaríamos fondo y, después del escarmiento, resurgiría una nueva sociedad. Esto es lo que pasó en la Segunda Guerra Mundial en Europa, la debacle dio lugar al desarrollo de los estados de bienestar. Esta vez no dudo que esa nueva sociedad sería feminista.

El problema es que, como dice Naomi Klein, el reloj del clima marca la medianoche. El tiempo se agota. Pertenezco al movimiento Extinction Rebellion, creado con el fin de exigir a los gobiernos que nos digan la verdad sobre la situación de colapso climático inminente y que tomen medidas necesarias para reducir las emisiones a cero neto en 2025.

Esto sería posible si se declarara la emergencia climática y se pusiera toda la economía al servicio de ese objetivo, lo que significaría un vuelco radical e inmediato en el modo de producción, consumo, ocio, relaciones internacionales, etc. Nadie sabe si este vuelco revolucionario evitaría la debacle que se avecina y a la cual nos dirigimos cada vez más deprisa (en 2018 las emisiones aumentaron entre un 2,5% y un 2,7%, en lugar de reducirse). Pero, si se hiciera, al menos la caída sería menos catastrófica y se reduciría el sufrimiento que ya está afectando gravemente a muchos millones de personas.

En lugar de construir muros, podemos elegir prepararnos psicológicamente y entrar en servicio, situarnos en el sitio en el que podamos ayudar más, y por tanto sufrir menos. Vosotras y vosotros tenéis una enorme tarea por delante para ayudarnos.
 

[1]Dato de 2017, tomado de https://fundacionadecco.org/533-las-familias-monoparentales-se-encuentra-riesgo-exclusion-pobreza-frente-al-279-general/