3. Observaciones clínicas sobre transferencia idealizada
3.1. Los puntos de partida clínicos
Como ya he señalado, lo que me llevó a investigar sobre estos conceptos, sus distintas formas de plasmación en la clínica y sus posibles abordajes técnicos fue, por un lado, las dificultades con algunos pacientes y, por otro, el interés y la curiosidad que me suscitó la correlación observada entre algunos de ellos. Las preguntas que me hacía y las direcciones hacia las que necesitaba investigar surgían de momentos dispares, unas veces de la oscuridad y confusión, otras del interés y la curiosidad que me despertaba una comprensión parcial o una intuición.
Algunas de las observaciones clínicas coincidentes en varios análisis consistieron en la presencia de ansiedad intensa, de transferencia idealizada persistente (mientras otras cualidades transferenciales estaban ausentes), de escisiones con distintos grados de profundidad, alteraciones en las identificaciones primarias, figuras maternas idealizadas y dependencias del tipo simbiótica y/o parasitaria.
Me referiré a los análisis de tres mujeres que comienzan el tratamiento entre los treinta y cuarenta años. Algunos aspectos de la relación con estas pacientes estaban constituidos por actitudes de asentimiento, acuerdos casi permanentes, valoración exagerada del análisis y analista y la atribución a esta de determinadas características irreales. La analista parecer ser el objeto que siempre satisface. El malestar o el displacer parecían no existir o estaba casi siempre proyectado hacia personas significativas de la realidad externa. Dos de las pacientes mantenían una doble relación de pareja simultánea.
Un determinado tipo de pacientes, aún atravesando vicisitudes más o menos graves, pueden evolucionar favorablemente cuando los mecanismos de escisión no son muy profundos ni la identificación proyectiva muy intensa, o si lo son, pueden ser modificados. Para estos la transferencia idealizada es su propia modalidad de reconstruir un objeto interno sólido, capacitado y limitado (Sra. Y).
En otros pacientes con áreas psicóticas o trastornos narcisistas, la transferencia idealizada se va modificando hacia un vínculo más realista y aparecen modalidades relacionales más maduras en la vida del paciente. La transferencia idealizada es el vehículo que les permite alcanzar una mayor diferenciación self-objeto. Sin embargo, aunque usen formas defensivas mas evolucionadas, siguen recurriendo a la idealización como una modalidad genuina de respuesta en momentos de ansiedad o confusión intensas, si bien con frecuencia e intensidad menor. En estos casos la idealización puede afectar profundamente al objeto y al self (Sra. X).
Otros casos (Sra. Z) presentan un gran empobrecimiento libidinal, idealizaciones en forma de enamoramientos «santificados» como medio de delegar ideales, funciones y capacidades en el objeto. Crean así un tipo de relaciones simbióticas y parasitarias y son difícilmente analizables debido al tipo de regresiones en que se instalan. En estos casos, la idealización implica una expectativa mágica de recibir sin emitir o dar nada a cambio. Comprender los elementos inconscientes que hay en la base de estos estados es tarea complicada, ya que las sucesivas decepciones respecto a los objetos pueden desembocar en un retiro psíquico autista. Son pacientes en que la confusión de fantasía y deseos con la realidad está operando en una especie de desmentida de parte de la realidad. Las características y cualidades de las idealizaciones transferenciales de estos pacientes pueden provocar tensiones contratransferenciales que nos impulsen a intentar acercar al paciente a la realidad de manera forzada. Este tipo de idealizaciones conecta con lo que Britton denomina «deificación de la persona o el proceso» en la relación analítica.
Ilustraré a continuación algunos aspectos desarrollados anteriormente a través de una breve reseña de estos tres análisis, tratando de describir la especificidad de cada uno y la correlación entre ellos. A causa de que me centraré solo en los aspectos de la transferencia idealizada, será inevitable cierto sesgo y simplificación.
3.2.- La Señora X: La idealización como camino necesario para alcanzar la diferenciación self-objeto y sustentada sobre la escisión de «objetos duplicados»
La Sra. X comienza el análisis cuando se produce una ruptura grave de su equilibrio psíquico, sustentado en una escisión exitosa. Con su marido vivía una relación de dependencia infantil de tintes sadomasoquistas, con su amante una relación de intensa idealización recíproca, siendo este último el objeto incondicional siempre disponible. Esta fractura, que ocurre cuando el marido descubre esta relación secreta, produce una situación regresiva. Al tambalearse su organización emergen ansiedades confusionales y paranoides, con terror a ser abandonada por su marido, asociado a sentimientos de culpa persecutoria, vacío y aniquilación.
Al principio del tratamiento mostraba una serie de aspectos que parecían poco auténticos y que se manifestaban defensivamente como elementos maduros con un tipo de compresión muy intelectualizada, al tiempo que expresaba miedos que no podía denominar e intensas ansiedades persecutorias cuyo contenido era temor a la separación y pánico a todo lo nuevo.
El marido parecía representar aspectos paternos y el amante maternos. Estas funciones estaban rígidamente escindidas en su interior, y por medio de su seducción omnipotente conseguía que ellos cumplieran cada cual con las atribuciones asignadas y ambos eran engañados (engaños ingenuos siempre descubiertos). Conservaba así una relación de pareja con cada uno de ellos, siendo ella el objeto de amor deseado por los dos.
Observaba un mundo interno habitado por objetos parciales, fragmentados y clivados, una falta de diferenciación self-objeto y cómo trataba de eludir los sentimientos de dependencia. Me preguntaba a quién y a qué aspectos engañaba en realidad la paciente, y cómo iba a expresarse esto en la relación analítica. En la primera época la analista es idealizada como objeto que cumple con su función, competente profesionalmente, comprensiva, que le ayuda mucho, pero de una forma despersonalizada, poco investido de emociones que no sea admiración. Idealizaba la compresión que decía obtener de mí, casi siempre asentía, no parecía tener dudas y hacía comentarios del tipo: «estamos en la misma onda», «usted me entiende muy bien».
Me iba asociando al amante, representaba la figura materna comprensiva y sin exigencias, incondicional y siempre presente. Pero era un objeto indiferenciado: una veces incorporándome dentro de ella como formando parte de su self, otras apropiándose de mis funciones y capacidades. En algunos momentos la paciente experimentaba que estábamos fusionadas. Frecuentemente citaba literalmente algo dicho por mí, expresándolo en términos «Como dijimos…».
Mantenía la idealización transferencial a través de la escisión de los objetos que la frustraban y la conectaban a la realidad proyectados en el marido. A veces yo representaba para ella una madre que se recrea en una hija modélica con los atributos de buena y guapa. Con este vínculo analítico la paciente reproducía la unión sin fisuras con el objeto primario que a su vez representaba unos sublimes ideales del yo a los que se había adherido, bloqueando la existencia de cualquier tercero como realidad limitadora.
Mis intervenciones iban dirigidas a hablarle sobre sus ansiedades de diferenciación y separación (que traía proyectadas en otras figuras de su entorno), de la sobrevaloración de la analista como forma de evitar sentimientos de malestar, de abandono, y como forma de control de objeto. La Sra. X se sentía contenida y aliviada al sentir que me hacía cargo de su ansiedad y confusión, pero durante un tiempo prolongado apenas se producían cambios. Es posible que esta valoración la hiciera desde la captación de la fuerza de su deseo de mantener una relación fusional narcisista. Esto, probablemente, promovía interpretaciones en que de alguna forma le cuestionaba sobre sus continuos asentimientos y acuerdos conmigo, lo que aumentaba la ansiedad de la paciente. Esto me hizo pensar que aún necesitaba este tipo de relación y que las interpretaciones en esa dirección podían provocar una ruptura precoz de la idealización. Tomé esto como base para hablarle de cómo este modo de relación era la base de su seguridad, en el análisis y otras relaciones, y cómo le asustaba la posibilidad de quedarse sola si no había un «ajuste perfecto» entre ella y yo, y respecto a otras relaciones.
Es posible que una percepción diferente por parte de la Sra. X hiciera que pasado un tiempo apareciera cierta curiosidad por características de la analista como persona. Poco a poco, esto desembocó en la necesidad de saber qué había en la mente de la analista en cada momento como una forma básica de relación. Se daban incipientes movimientos de diferenciación de su self, de valoración de sí misma, de aceptación de limitaciones personales y de la analista, pero esto le resultaba insoportable y se produjo un movimiento regresivo y una importante crisis depresiva. Parecía que los aspectos psicóticos emergían como defensa al debilitarse los aspectos narcisistas (Coderch, 1991).
Aparecieron celos delirantes con el marido en relación a figuras valoradas por este. Cuando tomó conciencia de que atendía a otras personas, aparecieron no solo celos, también la idea de que esos «otros» podían conseguir seducirme hasta el punto de abandonarla a ella. En ese momento sentía dependencia de un objeto que no cumplía sus expectativas, al que no podía mover a su antojo, y le resultaba costoso aceptarme como persona con limitaciones. Cuando interpretaba los celos en la relación transferencial y en relación al marido, lo negaba (son convicciones delirantes), pero se daban algunos movimientos: veía a su amante a las horas de las sesiones, el marido y yo éramos los abandonados y engañados. Llegaba con retraso, se ausentaba, luego le costaba volver y se le hacía muy difícil la recuperación de la relación, volvía con miedo a que yo la echara, o con la convicción de que había ocupado su hora con otro paciente.
No le tranquilizaba comprobar que su marido y yo no la engañábamos ni abandonábamos, porque esa realidad desmentía la omnipotencia de su pensamiento y de su intuición paranoide. La separación era para ella la constatación de que ni era la única, ni la paciente ideal, ni yo para ella el objeto ideal. Interpretar en la transferencia la relación entre cómo vivía mi ausencia y su necesidad de estar con su amante a la hora de la sesión, o cuando salía de ella, ya no era sistemáticamente negado, podía pensarlo y entenderlo. Pude hablarle de su hostilidad hacia todo aquel que no cumplía sus expectativas. Recuperaba recuerdos de episodios de celos intensos experimentados en distintas épocas de su vida con distintas personas y la manera de calmarlos buscándose figuras sustitutas.
Es en estos momentos cuando puede pensar y verbalizar que el amante había tomado distancia, hecho que era evidente hacía tiempo pero que trataba de negar a toda costa; tenía la convicción de que toda la vida la estaría esperando y que sus pensamientos estarían siempre dedicados a ella. Esta circunstancia le provocó un sentimiento de humillación y débiles críticas hacia él. Los autorreproches eran menos intensos y expresaba sentimientos de tristeza, de pérdida y de despedida. Se aproximaba un poco más al marido, con el que aún tenía intensos episodios de celos. También se empezaba a preguntar si todavía necesitaba el tratamiento.
Me gustaría destacar algunos elementos en esta paciente: La Sra. X vivía relaciones simbióticas de carácter binario con figuras que representaban sus relaciones tempranas. La identificación primaria se expresaba como estado de fusión con sus primeros vínculos, con sentimientos de omnipotencia. Era una relación objetal de gran indiferenciación. Es posible que imágenes tempranas (fantasías de fusión de A. Reich) hubieran quedado fijadas sin poder formar ideales propios, con sentimientos arcaicos y un tipo de idealización primitiva en que no existía el tercero. Al principio se instauró una transferencia idealizada materna cargada de admiración, como forma de negar cargas libidinales de todo signo y las ansiedades inherentes a ellas. En esta etapa el amante y la analista representaban a la madre idealizada e incondicional (transferencia materna). Luego su relación con el amante cumplía la función de engaño a la analista-padre que representaba las limitaciones de la realidad (transferencia paterna).
El self infantil (Rosenfeld, Ahumada) era vivido en la transferencia a través del deseo de ser admirada con todos los atributos posibles de la bondad. Era el deseo de convertirse en objeto ideal del objeto para así ser permanentemente idealizada y engrandecida. Son dos movimientos que recíprocamente forman un tipo de indiferenciación self-objeto que puede estructurar una relación con una fuerte alianza colusiva. En la absoluta dependencia del objeto ideal, este invade la personalidad empobreciendo al yo y reprimiendo todo deseo placentero, todo deseo de desarrollo satisfactorio.
Resumiendo, se trata de una personalidad narcisista cuya vida psíquica parece estar sustentada sobre la base de los mecanismos de idealización y escisión profunda con una identificación proyectiva muy intensa. Las funciones primarias que la idealización transferencial cumplía era evitar el investimiento de sentimientos afectuosos porque implicaba sentir la dependencia del objeto. Más tarde, evitar sentimientos de vulnerabilidad y desamparo que aparecieron al experimentar esos sentimientos afectuosos y de dependencia, y posteriormente los sentimientos displacenteros o negativos que aquella generaba. Para que esto se hiciera posible fue necesario un costoso trabajo de comprensión de los distintos elementos de la transferencia idealizada e inevitable, una regresión con la emergencia de aspectos psicóticos contra el derrumbe del mundo narcisista.
3.3. La Señora Y: Una reconstrucción de objetos internos sólidos a través de la idealización y mantenimiento de esta por la segregación de la transferencia erotizada y negativa
Mujer que consulta debido a la intensa ansiedad que inunda su vida, el fuerte sentimiento de culpa respecto a su familia y la insatisfacción y empobrecimiento en todas las áreas de su vida. Poco antes de venir había sufrido una aguda crisis de angustia a causa de la separación de un grupo de amigos al que estaba fuertemente unida que le causa intensas vivencias de decepción y pérdida.
Comienza el análisis con motivación, entusiasmo y necesidad. Aunque narra situaciones concretas de su vida laboral y con amigos, el tema central es la insatisfecha relación con sus padres y hermanos, sobre los que tenía unas expectativas irreales. Era llamativo que no percibiera las evidentes alteraciones psíquicas y limitaciones de algunos familiares. Esperaba obtener el afecto de su familia adhiriéndose a ellos incluso en situaciones que la perjudicaban (por ejemplo ciertas alianzas encubridoras) y la hacían sufrir mucho. Aparece el mecanismo de la negación (desmentida) con una cualidad tal y unas ramificaciones psicopatológicas que no podré alcanzar a entender hasta bien avanzado el tratamiento. Pero también aparece con cierta claridad como el engranaje del sistema defensivo de esta mujer la había protegido de enfermar gravemente.
En los tres primeros años de análisis hubo una buena evolución y un trabajo elaborativo satisfactorio. En este tiempo la paciente ascendió profesionalmente, tuvo una relación de pareja y logró cierta independencia de su familia de origen sin sentir una culpa torturante. Este trabajo lo desarrollamos sobre la base de una confianza en el análisis sustentada sobre una transferencia básicamente idealizada, con elementos de transferencia positiva. Expresaba una valoración y afecto intenso hacia la analista como persona y hacia el trabajo terapéutico.
Lo que me pareció un proceso natural de un principio de análisis se hacía persistente con caracteres especiales. Observaba la existencia de puntos ciegos relativos a la ausencia de sentimientos displacenteros en relación al análisis y a la negación de la realidad de unos padres con limitaciones graves. Tampoco experimentaba malestar, rabia o sentimientos similares fuera de las sesiones. No existían personas, lugares o cosas en las que proyectar este tipo de sentimientos, todo y todos eran buenos a pesar de que ella sufría mucho. Me preguntaba cómo operaba el mecanismo de la proyección. Pensé que habría un nivel más profundo de escisión puesto en marcha a través de este tipo de idealización transferencial que tenía los objetivos de que yo entrara en la sintonía de evitar todo displacer y tener una relación libre de conflicto.
Se empezaba a dar un efecto paradojal, y mis impresiones eran asintónicas a la claridad, el alivio y la calma que decía experimentar la paciente. Sus sentimientos de satisfacción y claridad entraban en oposición con los míos de dudas e incomodidad.
A veces se quedaba fijada a una especie de impacto visual que recibía en el encuentro conmigo al llegar a la sesión; otras respondía a la interpretación quedándose adherida a una palabra o a la imagen visual que le suscitaba. Percibía sus asentimientos y alabanzas como la expresión de fantasías aplacatorias y de seducción. Intuía que era una forma de escenificar en la transferencia el vínculo primitivo con una madre que había necesitado a su hija como calmante en sus descargas incontroladas de necesidades, miedos y ansiedades psicóticas y que había creado una estrecha relación de mutua dependencia adhesiva con aspectos erotizados. Quizás proyectaba en el análisis esa identificación masiva con la madre.
Al interpretarle las fantasías inconscientes erotizadas que expresaba como una forma de enamoramiento y cómo esto le impedía pensar por ella misma, la paciente se angustiaba, aparecían más silencios, menos asentimientos, pero permitía una apertura. Estas fantasías inconscientes erotizadas estaban estrechamente unidas al deseo de revivir momentáneamente un estado de fusión sin necesidades ni conflictos, segregando cualquier aspecto displacentero; proyectando en la analista los ideales de amor, ternura y belleza. Esta relación colusiva madre-hija contra la diferenciación, la separación y el crecimiento que la paciente revivía en el análisis, no pudo ser modificada hasta que no interpreté la transferencia erotizada.
Con la elaboración de los aspectos señalados se hacía consciente de su avidez y del temor a que la expresión de sus deseos implicara hacer daño a las personas queridas, aspectos que enlazamos con su miedo a expresar desacuerdos, protestas u hostilidad, todo lo cual permanecía latente a la idealización. No podía expresar malestar o enfado por temor a herirme, lo que implicaba una analista vulnerable que no lo toleraría. Se permitía decir que a veces no se sentía entendida por mí, lo cual expresaba que estaba más cerca de la realidad. Una ayuda inestimable para este trabajo la proporcionaron los contenidos y escenarios de los sueños de esta época. Los frecuentes sueños de paisajes idílicos de los primeros años iban dando paso a otro tipo de sueño. Eran sueños de violencia: agresiones con puñaladas entre chicos delincuentes, homosexuales o drogadictos y agresiones verbales contra los hermanos.
A lo largo de los siguientes años de análisis observé lo importante que para ella era lo que denominaba como «poner a sus padres en su sitio», que implicaba entre otras cosas no esperar de ellos ni siquiera algunas cosas elementales que estos no podían darle. Le resultaba especialmente dolorosa la desidealización de su padre. Paralelamente la transferencia era menos masiva, menos idealizada y se acercaba a las limitaciones de la analista y del tratamiento.
Querría sintetizar ahora algunos aspectos significativos sobre la Sra. Y. Esta vivió experiencias traumáticas y unas primeras relaciones de objeto indiscriminadas y confusionales, con una madre psicótica y un padre con graves alteraciones psíquicas. Una madre intrusiva y absorbente para la que su hija fue «un calmante». Esto determinaba en gran parte la instauración de un tipo de transferencia idealizada muy «saturada» emocionalmente (que en algunos momentos tenía caracteres de transferencia psicótica) como medio para la construcción de objetos internos sólidos, confiables y a los que no hubiera que aplacar o seducir. También como forma inconsciente de encubrir la transferencia erotizada y los sentimientos negativos que permanecían negados. Fue el camino posible que pudo recorrer en este análisis para poder elaborar tanta confusión.
Otro aspecto destacable era la gran cantidad de energía que la paciente tenía que emplear para seguir sobreestimando a todos los objetos como forma de asegurarse el afecto de estos y conjurar los peligros ya señalados. Con esta paciente tenía a veces la impresión de que el análisis era toda su vida o que el análisis «reemplazaba» la vida.
3.4. La Señora Z: La idealización espiritualizada y el temor al contacto, el conocimiento y la realidad
Unas breves pinceladas sobre la Sra. Z para ilustrar una cualidad transferencial diferente a las otras dos pacientes. Esta consulta a causa de crisis de angustia y diversas somatizaciones gástricas, sobre todo digestivas, con dificultades para ingerir alimento. Le cuesta realizar su trabajo en el que hasta ahora se había desempeñado bien. Le han contado que cuando era bebé no comía, siempre estaba dormida y había que despertarla para comer. Tiene una vida afectiva y social escasa y empobrecida. Lo que la liga a la vida es el trabajo y su vínculo amoroso con dos hombres, aunque con ambos la relación es bastante superficial y poco comprometida. Uno es sensato, cariñoso, la cuida y cuando le pide más compromiso la paciente se siente atosigada pero mantiene la relación. El otro es una especie de Don Juan que no la trata bien y hacia el que siente a veces algo de deseo. Presenta rasgos anoréxicos, depresivos y fóbicos, sobre todo ansiedades claustrofóbicas.
Describía a su madre con veneración, como si de la Virgen se tratara. Tenía esta una presencia muy relevante en el núcleo familiar, era valorada como una “gran madre” que se ocupaba de todos, una familia numerosa ampliada a abuelos y tíos donde le resultó difícil encontrar un lugar. Esta idealización se intensificó con la muerte de esta cuando la paciente estaba en la veintena.
Una de las mayores dificultades en el análisis fueron sus largos silencios, sobre todo al inicio de la sesión. Esperaba que yo le hablara sin tener ella que decir nada, lo que implicaba una expectativa mágica sobre la analista. Creía que yo podía imaginar lo que le pasaba y sentía. Así, si yo iba probando, hablándole de lo que yo pensaba, seguro que «acertaba« sobre sus pensamientos y sentimientos. De esta forma estaría en activo mi asociación libre instalándose ella en una pasividad que abandonaba al yo hablarle. Es decir, el que yo le hablara la «despertaba» y estimulaba hasta que de nuevo se sumía en el silencio. Otras veces era suficiente que yo hiciera un breve comentario después del silencio inicial para poder hablar durante toda la sesión. También faltaba a las sesiones días seguidos sin avisar con el deseo de que la telefoneara. Necesitaba a una analista que lo hiciera todo, sobre todo que la estimulara para comer la comida que ella no parecía necesitar, o no podía pedir pero que luego valoraba, se comía con ganas, pero que utilizaba limitadamente.
Desarrollaba un tipo de transferencia idealizada cuya movilidad fue muy costosa porque, al reeditar en el análisis elementos de la madre interna, creo que también me transfirió aspectos muertos. La situación generaba en mí distintas respuestas: una era adoptar una actitud activa de ayudarla diciéndole lo que entendía estaba pasando, tratando de conseguir un equilibrio entre ayudarla a conectarse hablándole y esperar a que ella pudiera hacerlo. Ella manifestaba entonces cierto alivio y valoración de mi paciencia y mis conocimientos al tiempo que se lamentaba de no poder utilizarlos. Esta actitud por mi parte era la más frecuente, repitiéndose las situaciones en que la paciente sobrevaloraba lo que supuestamente yo podía darle pero a ella le costaba tanto pedir. Otra respuesta era de esperar más, pero entonces ella no podía hablar y algunos largos silencios parecían «silencios de muerte» (Miranda, 1996). Tenía la sensación de que la Sra. Z parecía idealizar el silencio, el ayuno y la muerte, lo cual me generaba sentimientos contratransferenciales de desesperanza y desmotivación. Me resultaba incompleta la explicación de la proyección de estos sentimientos en la analista y me preguntaba si no habría elementos de transferencia perversa.
Empecé a utilizar estas impresiones contratransferenciales y a hablarle de ello. Pudimos ir aclarando aspectos de varios duelos muy importantes no elaborados en su juventud, hecho que quizás contribuyó a fijar los rasgos melancólicos que mostraba. Este tipo de fijación a los objetos perdidos le impedía relacionarse satisfactoriamente con los objetos vivos y presentes. Comenzó a valorar con cautela fóbica los aspectos afectuosos y cuidadores de algunos familiares y venía al análisis un poco mas motivada. Pero se le activaban ansiedades claustrofóbicas y expresaba miedo a depender de la analista, y que el análisis fuera para toda la vida, quedando atrapada en esta relación.
Resumiendo algunas características de la señora Z, podría decir que presenta áreas primitivas y regresivas de la personalidad, que la idealización es una defensa estructurada usada como refugio psíquico para evitar el contacto afectivo, la necesidad de este y el sufrimiento que estos sentimientos le produjeron tempranamente. Una característica particular de esta paciente es que parece poner en latencia gran parte de sus impulsos, deseos y necesidades, lo que produce un tipo de transferencia idealizada que se presenta carente de afecto y que hizo especialmente difícil el tratamiento.
Desde luego la “sombra del objeto perdido” cayó sobre ella invadiendo su mundo interno en distintos sentidos. La madre, probablemente modelo de identificaciones primarias no evolucionadas, se constituyó en un ideal del yo inalcanzable que bloqueó su desarrollo y que en ocasiones aparecía fundido con un superyó muy exigente. La Sra. Z «santificaba» a la madre, hacia la que sentía un «enamoramiento limpio». Esta encarnaba la belleza y era la fuente de todos los atributos elevados. Ciertamente negaba sentimientos hostiles hacia su madre, la sexualidad de esta y el valor de la presencia del padre, pero la constitución de pautas relacionales similares en el análisis ofreció la posibilidad de entender el profundo dolor que le producía la conciencia de sus sentimientos de soledad y vacío ante una madre muy ocupada en cuidar a tantos hijos y familiares y luego perdida realmente con su muerte. Siempre la sintió ausente, lo que pudo facilitarle la construcción de un objeto «irreal» para sobrevivir.
Un elemento que ayudó mucho en el análisis fue su doble relación de pareja, ya que a través de ella expresó una cierta oscilación transferencial materna y paterna que pudimos ir entendiendo a través de lo que proyectaba escindidamente en estos dos hombres. Esta escisión, que aparece simplificando en la realidad externa la complejidad del mundo interno de la paciente, fue muy útil como ayuda para la discriminación y diferenciación.
3.5. Especificidad y correlaciones en los tres análisis
Me parece útil para los objetivos del trabajo hacer la comparación de algunos elementos en las tres pacientes. Las he elegido porque cada una de ellas representa dentro de este tipo de idealización una gradación y cualidad diferente. Señalaré en primer lugar que en los casos X y Z el objeto idealizado era la madre mientras que los padres aparecían notablemente devaluados. Ambas habían sido bebés pasivos con dificultades en la alimentación. Las señoras X y Z presentaban un tipo de transferencia que evidenciaba alteraciones en las identificaciones primarias: en el caso X con una modalidad narcisista que implicaba idealización del objeto y de sí misma, con el deseo de ser la paciente ideal y no tanto que la aceptara sino que la admirara, y en el caso Z con una modalidad melancólica que implicaba idealización del objeto y desvalorización de sí misma. Cuando el objeto idealizado no cumplía los requerimientos, los retrasos, las ausencias y los silencios se hacían muy frecuentes, proyectando ambas pacientes en la analista la necesidad, la preocupación y el sufrimiento que para ellas representaba el abandono. La Sra. X se quedaba con su amante a la hora de la sesión, alguien que en sus propias palabras «la adoraba» y la convertía en su musa. La Sra. Z se quedaba en su refugio autista protector sin venir a la sesión ni avisar días seguidos.
En ambas, lo negativo estaba proyectado persistentemente en las figuras paternas y sus sustitutos, las dos tenían relaciones amorosas con dos hombres al mismo tiempo, esto les proporcionaba en la realidad externa la posibilidad de mantener la escisión dentro de su mundo interno. Para ambas la analista representaba un modelo de identificación femenina materna inalcanzable, delegando en ella su ideal del yo y haciéndola portavoz de él. Esto implica ser también representante de exigencias superyoicas. También coincidían en el carácter de las escisiones, expresadas en parte por una relación de pareja duplicada en la que había una relación complementaria entre la posposición o represión de la pulsión erótica, las actitudes pasivas y sumisas y la idealización. En X la carga de la idealización está regida por la admiración y el deseo de ser admirada; aunque con una modalidad narcisista, tiene interés en sus hijos, marido y amante, así como por los cuidados y aspectos estéticos de su imagen. En Z, su interés por sí misma y los demás es muy débil, hay una clase de deslibidinización cercana a un estado de «mínimo vital objetal y afectivo» (Green).
Con la Sra. Y fue posible la integración de muy diversos aspectos disociados de su vida psíquica y un trabajo de elaboración más fértil y creativo, con cambios importantes. Presentaba una patología menos severa, la relación analítica estaba «cargada» de aspectos libidinales, y tenía una buena capacidad de reparación y sublimatoria. Los aspectos vitales de esta paciente quedaron patentes en el interés y motivación en el análisis. Pero también implicó especiales dificultades contratransferenciales, ya que la carga emocional de la paciente era a veces desbordante. Pudo proyectar en la analista aspectos de transferencia materna y paterna con posibilidades de elaboración más natural de aspectos de transferencia erotizada y negativa, tarea para la que fueron de gran ayuda sus sueños. Por otro lado no parecía presentar escisiones profundas y aún presentando mecanismos primitivos también disponía de otros más evolucionados como los represivos. Fue interesante observar en esta paciente cómo su variado y complejo sistema de mecanismos de defensa había funcionado como “dique” que la había protegido de un derrumbe psicótico. Gracias a la movilidad y plasticidad de su sistema defensivo y su “pulsión de vida” (a pesar de sus múltiples vivencias traumáticas), fue posible ayudarla.
4. Conclusiones
Desearía haber conseguido reflejar la importancia que concedo a la relación genuina de cada pareja analítica y la necesidad de seguir investigando sobre las distintas modalidades transferenciales específicas, así como las correlaciones observadas entre ellas. No cabe duda de que el concepto de transferencia ha evolucionado notablemente desde Freud y que las valiosas elaboraciones sobre el tema han permitido ampliar y profundizar su desarrollo. Me parece necesario seguir profundizando en las diversas y ricas cualidades transferenciales que cada día se nos presentan en la clínica.
Si en este momento retomamos mi hipótesis inicial, no estoy segura de haber probado lo que afirmaba. Pienso que lo importante es haber podido observar detenidamente estas cuestiones y si acaso haber aportado algunas vías para seguir investigando. Me parece que he podido mostrar los siguientes aspectos:
1. Que se dan en la clínica un tipo de transferencias idealizadas persistentes en el tiempo y bastante masivas en cuanto a la cualidad e intensidad. Estas se diferencian de las transferencias idealizadas en que, aunque también sean persistentes e intensas, tienen una mayor movilidad en el sentido de que alternan y conviven con otras muchas cualidades transferenciales.
2. La transferencia idealizada es la modalidad relacional posible y necesaria durante un tiempo prolongado del tratamiento, expresa una realidad evolutiva, madurativa y resistencial.
3. Que este tipo de transferencias tienen su origen localizado en modelos de relación objetal fijados en etapas tempranas, que tienen el carácter de idealizaciones primitivas, y sus causas, a mi parecer, podrían ser: a) confusiones en las identificaciones primarias respecto a ambas figuras parentales; b) una precoz y alterada mezcla de las funciones correspondientes al superyó e ideal del yo; c) unas figuras parentales con insuficiente capacidad de contención, empatía y reverie; d) dificultades en la formación de ideales propios, de un self cohesionado y de una identidad sólida; y e) como consecuencia de todo lo anterior, un alto nivel de ansiedades confusionales y catastróficas, para las que las escisiones primarias no funcionan adecuadamente con su objetivo de ordenar percepciones, sensaciones y experiencia para más tarde establecer diferenciaciones.
4. Estas vicisitudes analíticas transferenciales pueden darse en pacientes con personalidad neurótica, psicótica, narcisista o borderline. Aunque el origen de la patología de estos pacientes radique en un defecto estructural, no creo que esto lleve implícito que deban ser entendidos solo en base a déficits psíquicos, sino también en base a conflictos psíquicos. Aún incluyéndolos dentro de la patología del defecto, no me parecen contrapuestos ni incompatibles el modelo del déficit y el modelo del conflicto (Adroer y Coderch, 1991).
5. Los diversos modos de expresión de estas idealizaciones tienen su especificidad tanto en la carga o no carga de afectos como en los contenidos de las representaciones de las fantasías inconscientes. En este sentido he descrito una gradación desde idealizaciones con gran carga de afecto hasta otras casi deslibidinizadas. A veces, estas transferencias producen tensiones contratransferenciales causadas: a) por su masividad y univocidad; b) por tratarse de idealizaciones primitivas; y c) por ir aparejadas a escisiones profundas, o bien al contrario, no ponerse en marcha la función primaria de la escisión. Lo primero implica la presencia de fuertes ansiedades esquizoparanoides y lo segundo de las confusionales y catastróficas.
6. Si interpretamos predominantemente la vertiente resistencial, no parecen modificarse, o pueden hacerse más persistentes. Es importante tener en cuenta e interpretar los conflictos y las resistencias, así como el uso de la idealización del analista como objeto soporte que ayuda a conseguir o afirmar la propia identidad.
7. Aunque estas transferencias aparecen también en varones, sin embargo las he observado con mayor frecuencia e intensidad en mujeres. Con independencia de que cualquier tipo de transferencia pueda desarrollarse en cualquiera de las cuatro diadas analíticas posibles, me parece que el sexo de la diada paciente – analista puede ser determinante en algunos casos. En los casos expuestos podría ser que el sexo mujer en ambos miembros de la pareja analítica haya podido favorecer la transferencia materna o determinadas constelaciones arcaicas de relación de objeto.
Finalmente mencionar ciertos elementos y conexiones aparecidas en el camino, así como algunos interrogantes abiertos sobre el tema, todo lo cual me mantiene el interés por seguir investigando sobre estas cuestiones. Cito como ejemplos: la relación de este tipo de transferencias con la presencia de rasgos masoquistas; la interrogante sobre si es pertinente o no insistir en la diferenciación de las funciones propias del ideal del yo y superyó y las vicisitudes que acontecen entre ellas en las primeras etapas del desarrollo; la necesidad de evaluar la importancia del sexo de la díada analista paciente y su relación en este caso con las transferencias maternas o arcaicas; la importancia de estar atentos a los riesgos de empatismo (Bolognini, 1997), maternajes, colusiones y rupturas prematuras de la idealización con sus correspondientes consecuencias de análisis interminables, impasses o interrupciones.
Para concluir, querría comentar que también me parece necesario reflexionar sobre la propia naturaleza del setting como creador de idealizaciones; sobre como a veces el ideal analítico (J. Beá, 1974) del analista (insights, metas analíticas, objetivos terapéuticos) puede estar sobredimensionado; sobre el poder del analista y sus interpretaciones, y sobre la idealización del Psicoanálisis y las instituciones analíticas. Creo que a través de la relación con nuestros analistas, supervisores, directores de seminarios y con la institución (objetivos, jerarquías, movimientos intragrupales) vivimos un proceso en que los ideales analíticos tienen para nosotros un papel organizador, de cohesión y apoyo a nuestra identidad psicoanalítica. Me parece que si cada analista puede hacer una elaboración personal de las teorías y de los objetivos institucionales, las diferentes identidades genuinas dentro del grupo mantienen los ideales e ilusiones. Mientras que demasiada homogeneidad, liderazgos excesivos y resistencia a nuevos aportes limitarían de manera importante esos objetivos fomentando la idealización: “Los ideales son esenciales para preservar el pasado y como guía para el porvenir. Sin embargo, las idealizaciones que a menudo se desarrollan como respuestas a los nuevos descubrimientos e innovaciones, pueden llevar a un aferramiento defensivo al pasado, al igual que a adoptar con excesivo entusiasmo las nuevas ideas. Estas dos formas de idealización pueden servir como poderosas resistencias al cambio creativo y constructivo.” (Simons, 1990).
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Resumen
En este trabajo se estudian distintas modalidades de expresión de la transferencia idealizada, así como sus funciones en el proceso psicoanalítico. Se trata de transferencias idealizadas persistentes y masivas, de las vicisitudes y dificultades para su transformación, así como de las implicaciones contratransferenciales. Se parte de la hipótesis de que este tipo de transferencias es para algunos pacientes el vínculo nuclear mediante el que elaboran sus conflictos y patología. Son observadas por tanto en una doble vertiente: resistencial y madurativa, regresiva y de progreso.
Se hace un breve estudio comentado de los desarrollos psicoanalíticos básicos sobre el ideal del yo, la idealización y la transferencia idealizada. Las ideas expuestas se ilustran con las observaciones clínicas del tratamiento de tres mujeres; se describen las diferencias cualitativas de distintas modalidades de idealización, así como las correlaciones entre los tres análisis.
La autora expone algunas conclusiones sobre las causas y origen de este tipo de idealizaciones, sobre su relación con las identificaciones primarias y la escisión y sobre la importancia de la formación de ideales propios diferenciados del superyó. Finalmente plantea algunos cuestionamientos entre los que destaca el interrogante acerca de sí es determinante o no el género en la diada paciente-analista en el tema investigado.
Palabras clave: transferencia idealizada, idealización, ideales del yo, ideales del superyó, identificación primaria.
Abstract
In this paper different modalities of Idealized Transference expression as well as its functions in the psychoanalytical process are studied. It’s about persistent and massive idealized transference, the difficulties for its transformation as well as the countertransferential implications. The author begins with the hypothesis that this type of transference is for some patients the nuclear link by which they elaborate there conflicts and pathology. So they are observed in a double vertex resistance and maturative, regressive and of progression.
A brief commented study of the basic psychoanalytical developments about the ego ideal, idealization and idealized transference is presented. The stated ideas are illustrated with the clinical observations of the treatment of three women, the qualitative differences of the different modalities of idealization as well as the correlations between the three analyses.
The author states some conclusions about the causes and origins of this type of idealization, about its relation with primary identification and splitting and the importance of the formation of ego ideals differentiated from the ones of the superego. Finally she considers some questions such as if the patient- analyst pair gender is determent or not in the studied subject.
Key words: idealized transference, idealization, ideals of the ego, superego ideals, primary identification.
Mª del Valle Laguna Barnes
Picóloga Clínica, psicoterapeuta
Psicoanalista con funciones didácticas de la SEP y la IPA
lagunabarnes@mvlb.e.telefonica.net