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Familiarium 

Cierro los ojos y en el duermevela que precede al sueño mi mente evoca una escena familiar precisa, dulce y cargada de emoción, estrechamente vinculada al pasado: mi madre… los hilos… un acto creativo, bordar… Se trata de uno de mis recuerdos más remotos, vívido y sentido: mamá cosiendo en la habitación donde solía hacerlo mientras se escucha la voz de una locutora de radio que cada día y a la misma hora se hace presente en casa. Es invierno y la atmósfera es tenue. La lámpara de pie alumbra nuestra pequeña estancia cálida y un minúsculo haz de luz se concentra en el espacio mágico donde ella borda, incansable. El olor del apresto se mezcla con el del café mientras yo, con apenas cuatro años de edad, sobre la alfombra y apoyada en mi perra negra, me deleito primero desordenando y luego poniendo orden en un ejército inabarcable de hilos de infinitos colores. Se despliega ante mí un universo de matices que concentran de manera hipnótica todo mi esmero infantil. Acaricio los hilos con que cose mi madre, los organizo por tonalidades concentrándome en la acción: bermellón, rojo cadmio, granate, coral… rosa fucsia y rosa palo… cobrizos, naranjas claros y naranjas oscuros, luego vienen los ocres y amarillos: pajizo, amarillo limón, azafranado… después los verdes: el aceitunado, el verde esmeralda, verde hierba, verde limón y turquesas (claros y oscuros)… Los azules: celeste, índigo, añil, cerúleo… violetas y lilas, púrpuras, carmesíes, morados y malvas…

Cada uno de los hilos de mi madre se ovillaba cuidadosamente en su propio carrete y esperaba con paciencia a ser desenrollado por ella conforme los iba usando en su obra mientras yo me complacía en clasificarlos por tonos cromáticos. Mi vivencia de lo familiar se nutre de esta curiosa alegoría y, sumergida en un universo femenino, nace vinculada a tres ejes: la madre (la esencia original), los hilos (símbolo e imagen universal de la conexión, del vínculo y la reparación), y la acción de bordar los colores (un acto creativo premonición metafórica de mis vocaciones artística y terapéutica).  

Filum. Creatio. Mater

 Hay un bello significado en cada uno de los hilos, en cada uno de los colores. Hilo, proviene del vocablo latino filum, y hace referencia a una hebra fina y alargada de un material textil. Los hilos se emplean para coser, unir dos o más piezas, arreglar una prenda, zurciéndola. El hilo une y repara cuando cose, restaura cuando zurce, crea cuando teje y al bordar embellece. La ropa suele fabricarse a partir de la unión de hilos, ya que las fibras textiles están compuestas por estas hebras y en un sentido más específico, se habla de ropa de hilo cuando las prendas se confeccionan con cáñamo o lino. También producen hilo los gusanos de seda y las arañas al crear sus capullos o tela. Hilar, tejer, bordar, significa asociarse con la obra creadora. En la mitología griega, las Moiras -Cloto, Láquesis y Átropo- representadas como hilanderas, eran personificaciones del Destino. Vestían túnicas blancas y su función consistía en regular la vida de cada mortal, desde su nacimiento hasta su muerte, con ayuda de un hilo que la primera hilaba, la segunda enrollaba, y la tercera cortaba cuando llegaba el final de esa existencia. Residían en el reino de Hades, hacia donde eran atraídas, a través de la Estigia. Aparecían tres noches después del nacimiento de un niño para determinar el curso de su vida. El simbolismo del hilo es esencialmente el del agente que liga entre ellos y desde su principio todos los estados de existencia: el hilo religa este mundo a los otros y a todos los seres.  

El cordón umbilical es nuestro hilo original, la conexión primigenia con la madre a través de la cual nos unimos a la vida. Las diferentes escuelas psicoanalíticas -todas centradas en investigar la presencia de los conflictos inconscientes y la represión del instinto- coinciden en la suma importancia de la función materna en el desarrollo equilibrado de un individuo. 

Rescato del olvido los tempranos legados que recibí y que urden una trama fuerte y al mismo tiempo liviana, conformando mi imaginario y también mi real. De entre los hilos que me arroparon a lo largo de la infancia, el cordón umbilical que me ligó a mi madre, es el primero de ellos, el más importante: una atadura física desde la cual cada uno de nosotros nos vamos construyendo y diferenciando, surgiendo como seres individuales desde la esencia de lo familiar. Nada resulta más familiar y cercano que el vínculo materno encarnado por este hilo sagrado.

En los primeros meses de vida, va apareciendo progresivamente una conciencia -trascendental para nuestra especie- que nos alerta de que somos seres únicos, diferenciados de la mujer que nos ha traído al mundo. El bebé, que inicialmente lloraba por incomodidad, por hambre o por sueño, llora también por soledad, percatándose dolorosamente de que es un ser distinto a su madre. Aparecen angustias de separación y aislamiento. Con el llanto intenta lanzar un hilo imaginario para poder construir su primer vínculo en ausencia del cordón umbilical. Allí empieza también la reciprocidad. El esfuerzo del bebé para crear un nexo con su llanto, con su demanda de amor, lleva a la madre directa e inconscientemente al primer llanto que ella una vez lloró y le provoca, en el mejor de los casos, una empatía profunda a través de la cual se comienza a tejer, por una parte la diferenciación entre los dos seres y por otra parte, la certidumbre de que de este acto de distanciamiento gestionado con amor, dependerá toda la red de relaciones futuras. Una madre capaz de contener el llanto y el dolor, con la capacidad suficiente para dar significado a lo innombrable, se identificará con el bebé: “Esa soy yo, que me transformo a cada llanto”. El nuevo ser se irá dando cuenta de que la vida consiste sobre todo en eso precisamente: en los hilos simbólicos que echamos a los demás y aquellos que los demás nos ofrecen, transformándonos mutuamente. 

Mi madre embellecía con sus bordados cada una de las telas que tocaba. Gracias a su acción, lo básico adquiría un nuevo significado con la magia de los colores aplicados pacientemente: un juego de sábanas minúsculo arroparía los primeros sueños de un recién nacido, un vestido blanco con aplicaciones doradas ceñiría el cuerpo de una novia feliz… Los hilos, manejados diestramente por ella, daban forma al amor y al detalle, personalizando lo indiferenciado. Crecí con las creaciones multicolores de los hilos que bordaba la mano de mamá… y a medida que tomábamos distancia de nuestro nexo primordial, otros múltiples hilos alegóricos se conformaban y nos unían. Conservo enmarcada su última obra por terminar, la que estaba bordando cuando le llegó la enfermedad y el fin de sus días. Tenía entonces cincuenta y tres años y su trabajo inconcluso resulta bello y lleno significado: vida y muerte en un mismo escenario. La Vida se manifiesta en el color brillante que desprenden las flores y frutas concluidas; la Muerte lo hace en aquellas más tristes que quedaron por finalizar, cuando Átropo decidió cortar el hilo sutil que la unía a la existencia. “Siempre queda algo por terminar” me decía, con voz tenue…

 Arandes Batalla, Àngels: El darrer brodat (1991).

Evoco el trabajo de la artista Louise Bourgeois, quien simbolizó a su madre a través de grandes arañas que representan al mismo tiempo la idea del cobijo y del espacio interno: pacientes, trabajadoras, indispensables tejedoras… Telas e hilos jugaron también un lugar importante en la vida de la artista. Creció rodeada de los textiles del taller de restauración de tapicerías de sus padres, y a los 12 años ayudaba en el negocio dibujando las zonas desaparecidas que debían ser reparadas. Durante gran parte de su vida recopiló prendas de vestir y del hogar, como manteles, servilletas, sábanas, y desde mediados de los noventa los cortaba y volvía a coser, transformando esos materiales cotidianos en arte. A través de la costura intentó llevar a cabo una curación psicológica: “Siempre he temido ser separada y abandonada. Coser es mi intento de mantener las cosas cohesionadas y completas (…) Mi madre se sentaba al sol y se ponía a reparar un tapiz o un petit point. Su trabajo realmente le encantaba. Este mismo sentido de la reparación se encuentra muy dentro de mí.” (Bourgeois, 2002)

Bourgeois, Louise. Maman. 1999. Guggenheim Bilbao Museoa

 Recuerdo a María, una paciente que, padeciendo un trastorno psicótico crónico, comenzó a bordar cuidadosamente y con una dedicación abnegada cada uno de los extraños seres que aparecían en sus delirios. Todos tenían una identidad, la cual también era bordada a sus pies. Fue a través de su peculiar obra que pudo, en primer lugar, dar forma, y posteriormente nombrar, a los demonios más terroríficos que la asaltaban de manera intermitente. Inició de este modo un proceso de mejora en su sintomatología, poniendo de manifiesto el poder de la creatividad: el hilo terapéutico. 

Acciones como coser, hilar, tejer, zurcir o bordar van unidas a los conceptos de unir, reparar, tramar, embellecer … y de una forma peculiar aluden a la madre como agente integrador y aluden también metafóricamente al amor, a la belleza, al transcurrir del tiempo, al inicio y al final de la existencia. 

Nuestro patrimonio cultural ilustra exhaustivamente lo expuesto a través de cuentos infantiles, narraciones mitológicas y creaciones poéticas o plásticas: 

La princesa Blancanieves, del cuento de los Hermanos Grimm, es fruto del deseo que expresa su madre cuando se pincha un dedo con la aguja con que estaba bordando. El efecto del color rojo sobre la nieve blanca era tan bello que la reina exclamó “Ojalá tuviese una niña tan blanca como la nieve, con labios tan rojos como la sangre y cuyos cabellos fueran negros como el ébano” (Grimm, Jacob y Wilhelm, 2011). Su deseo se cumplió y por este motivo la princesa -que al nacer provocó la muerte de la madre- se llamó Blancanieves. 

Aurora, la princesa de La Bella Durmiente de Charles Perrault, cuento popularizado también por los Hermanos Grimm, se dañó a los 15 años cuando estaba hilando con una rueca, cayendo en un sueño mágico del cual despertaría gracias al primer beso de amor verdadero. Con una carga alegórica muy interesante, incluso las tres hadas que supliendo a su madre acompañan a la princesa durante su infancia -Flora, Fauna y Primavera- parecen representar una libre versión de las Moiras. 

Ariadna consiguió salvar a Teseo gracias al hilo mitológico. El mito de Teseo y el hilo de Ariadna narra, entre otras cosas, cómo el amor nos ofrece una vía para vencer nuestros monstruos y hallar la salida de los laberintos. Ella le entregó a su amado un ovillo dorado cuyo hilo fue deshaciendo para no perderse a medida que avanzaba en el laberinto tras matar al Minotauro. 

Penélope, otro personaje de la mitología griega, es la incansable tejedora. Representa la abnegación y la fidelidad; también representa la astucia y la capacidad de engaño como herramientas para lograr sus propósitos. Penélope es el modelo de la mujer abnegada que calla y espera. Se ve obligada a hacer y deshacer una y otra vez su propia obra mientras regresa el amor perdido. Su tapiz configura ese círculo vicioso de la resistencia, ya que ella presentía que su esposo estaba vivo y regresaría; su actitud, lo que la cultura occidental estableció como ideal para una esposa. Lo femenino aparece como un terreno ambiguo, poco confiable, y por lo mismo, peligroso. 

La virgen de la rueca es el título de al menos tres pinturas al óleo ejecutadas copiando un original de Leonardo da Vinci que está extraviado. En esta obra, Jesús, siendo niño, mira con nostalgia una rueca que María -su madre- utiliza para hilar. La rueca simboliza tanto el carácter doméstico de María como la Cruz en que Cristo fue crucificado. La pintura original fue un encargo del Secretario de Estado de Luis XII de Francia en 1501 y nos remite a las Moiras mitológicas. 

La Balanguera, considerada como himno nacional de Mallorca, es una adaptación de un poema de Joan Alcover, quien a su vez se inspiró en una antigua y popular canción infantil mallorquina. La Balanguera puede asimilarse de nuevo a la figura de las Moiras, ya que tiene la función de tejer el futuro y está dotada de una sabiduría sobrenatural: 

La Balanguera misteriosa,
com una aranya d’art subtil, 
buida que buida sa filosa, 
de nostra vida treu lo fil. 
Com una parca bé cavil·la 
teixint la tela pel demà 
La Balanguera fila, fila, 
la Balanguera filarà. 
Girant l’ullada cap enrere 
guaita les ombres de l’avior, 
i de la nova primavera 
sap on s’amaga la llavor. 
Sap que la soca més s’enfila 
com més endins pot arrelar 
La Balanguera fila, fila, 
la Balanguera filarà.” (…) (Joan Alcover, 1854-1926)

Vivarium. Artem

Resulta conmovedor cómo Francisca Artigues, madre nonagenaria del artista internacional Miquel Barceló, ha estado bordando durante cientos de horas y a lo largo de más de veinte años, los dibujos acuarelados de su hijo sobre manteles, servilletas, cubrecamas y cortinas. El Real Jardín Botánico de Madrid, desde setiembre del 2018 y hasta enero del 2019, acogió la exposición Vivarium. Bordados de Francisca Artigues sobre dibujos de Miquel Barceló, una recopilación de trece de sus bordados de gran formato y más de treinta dibujos en acuarela del hijo. Francisca y Miquel, nacidos en Mallorca integran vínculo familiar y arte a través de acuarelas, bordados e hilos. 

Artigues F., Barceló,M. Vivarium. 2018.

El cordón umbilical que los unía inicialmente se ha transformado en una bellísima creación conjunta con la cual nos retrotraen a su nexo primordial, produciendo como resultado un fantástico universo familiar común. Precisamente porque se trata de algo muy familiar y cercano, Barceló comentó en la inauguración de Vivarium que cuando surgió la idea de la exposición se sintió reacio a que se mostrara el trabajo, pero finalmente lo acabó viviendo con alegría al ver la felicidad de su madre. Recordó que Francisca empezó a bordar mucho antes de que él andara y recordó también que ella dejó de pintar cuando él nació. A. Anaut, director de La fábrica, definió esta exposición como “una historia de amor, la de madre e hijo unidos por un hilo, como el que tejía Ariadna, sólo que en esta ocasión ese hilo de doble cordoncillo –el punt mallorquí– que cubre la obra de Barceló y Francisca es la artista”. (Anaut, 2018).

El nombre de Vivarium se debe a un gran tapiz de 444x244cm en el cual Francisca trabajó durante más de dos años. A partir de unas manchas verdes y azules generadas por Barceló, fue bordando toda una serie de seres que surgen y se unen unos a otros hasta crear una obra donde todo está vivo y se transforma. La inspiración viene dada por la naturaleza y el Mediterráneo; comulgan lo selvático y lo acuático: conviven pulpos que escupen tinta y juegan con un ordenador mientras beben una botella de vino, estrellas de mar y corales, peces abisales, dragones minúsculos, nenúfares, palmeras y pájaros exóticos. Vemos insectos: saltamontes, hormigas, libélulas voladoras; también hay gallos estridentes, discretas sardinas, elefantes enanos, anzuelos y herramientas primitivas de caza, ranas y murciélagos asustadizos, primates heridos por flechas acompañados por tortugas ancestrales…Es pura explosión de vida -tan característica del trabajo enérgico y feroz de Miquel Barceló- que Francisca recrea y matiza generando una nueva obra hecha puntada a puntada, para deleitar nuestra mirada. En palabras de Cólm Tóibín: 

La obra de Francisca está hecha con infinita paciencia. No necesita disimular el tiempo que le toma. Es la imagen atrapada en la quietud. Es la forma del mundo conocido, hecho para la contemplación (…) En la versión que su hijo tiene del mundo, ella ve su propia sombra, como si sus ojos y sus propias manos y su propio cuerpo y la mente que la acompaña en la vida hubieran salido de ella,  se hubieran exiliado de ella a otro reino en el que, con inmensa seguridad y una impresionante amplitud de miras, ambos producen imágenes y trabajan con  pintura y arcilla, o simplemente sueñan con lo que podría ser la existencia (… ) Ella no le debe nada ni busca protegerlo; los años los han separado. Él sabe cuidarse. Pero existe una conexión entre ambos que trasciende los vínculos tendidos por la sangre y el amor. (Artigues, F. y Barceló M., 2018).

Concludens

Francisca logra emocionarnos con su trabajo, reinterpretando la obra del hijo que creció en su vientre, un bellísimo gesto artístico de generosidad por ambas partes. Louise Bourgeoise nos introduce con su obra a la madre-araña y a la capacidad reparadora y terapéutica de la acción de coser, mostrándonos todo un mundo de horizontes amplios susceptible de ser investigado como hizo mi paciente, María. El hilo mitológico de Ariadna nos señala el amor como guía y Penélope, incansable tejedora, nos muestra la abnegación y la fidelidad. Blancanieves surgió del deseo de su madre mientras cosía…

Conecto con todas ellas, con la hija que un día fui y con la madre que soy y evoco también a través de ellas a mi propia madre bordando, esencia de mi legado familiar, origen de mis vocaciones artística y terapéutica como mencioné al inicio.

El significado del hilo se materializa en distintas formas de Amor a través del Arte, de la Mitología, de la Sabiduría popular, simbolizando el primero de todos los hilos, el cordón umbilical, hilo sagrado a través del cual iniciamos -vinculados a la madre- nuestro despliegue en este mundo…Fuente de Vida y Creatividad: Mater amantissima.

 

Referencias Bibliográficas 

 

Alcover, J. La Balanguera . https://www.versos.cat/  

Anaut, A. (2018). El hilo que les une. Revista Bearn

Artigues, F. y Barceló, M. (2018). Vivarium. La Fábrica. 

Bergua, J.B. (1979). Mitología universal. Clásicos Bergua. 

Bourgeois, L. (2002). Destrucción del padre/reconstrucción del padre. Síntesis. 

Cirlot, J. E. (2018). Diccionario de los símbolos. Siruela. 

Grimm, J. & Wilhelm. (2011). Blancanieves. Edelvives. 

 

Raquel Vidal Arandes
Psicòloga Clínica. Col·legiada 12234 
Psicoterapeuta Psicoanalítica
Graduada Superior en Belles Arts
Coordinadora GT Creativitat, Procés Artístic i Salut Mental COPC Girona