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Introducción

A menudo diversas obras artísticas, en especial obras cinematográficas, han sido analizadas para desarrollar o ilustrar algunos aspectos del funcionamiento psíquico. Estos análisis ofrecen las ventajas de poder ser contrastados con las opiniones de otros colegas que hayan visto la obra, así como de no estar obligados a desfigurar los datos a fin de preservar el anonimato, como ocurre con los análisis de casos reales.

En este artículo analizaremos una secuencia de la película Un dios salvaje[1] de Román Polanski, en la que se observa una manifestación psicosomática que puede ser contextualizada en el funcionamiento más general de una pareja, lo que nos permite contrastar algunas de las concepciones sobre estas manifestaciones, así como varios aspectos fundamentales de las parejas.

Clásicamente las manifestaciones psicosomáticas han sido interpretadas como conflictos intrapsíquicos que no pueden ser mentalizados. Más recientemente, una mayor atención a los fenómenos relacionales nos indica que los procesos de mentalización no son exclusivamente intrapsíquicos sino que el acceso de determinados contenidos a la conciencia depende del contexto relacional. Esta dependencia contextual o relacional de la mentalización es más acentuada respecto a las parejas ya que no es solamente la relación más significativa que tienen sus miembros, sino que se ha formado siguiendo ciertas condiciones determinadas por el psiquismo de estos y en lo sucesivo impondrá ciertas condiciones a los funcionamientos individuales.

Como ilustra la escena que comentaremos, los déficits u otras particularidades previas que tenían sus miembros pasan a ser no tan solo compartidos sino una parte substancial del funcionamiento de pareja. Así, la pareja se convierte en un espacio de intersubjetivación en el que cada miembro modela su sentimiento de sí mismo adaptado a la relación que mantiene con el otro.

Frente a la concepción clásica de la pareja como un espacio donde se exteriorizan o se activan los mundos internos previos de cada miembro, las teorías relacionales  conceptualizan  la pareja como una entidad nueva y singular, construida según la experiencia emocional que va procurando a sus miembros.

De forma más amplia, este cambio de  visión del funcionamiento de la pareja se fundamenta en la incorporación en este campo clínico de los conceptos de Intersubjetividad y de Conocimiento Relacional  Implícito (CRI) propuesto por el Boston Change Process Study Group (BCPSG) (Velasco, 2010) que modifica substancialmente la concepción del inconsciente. Mientras la visión clásica concibe el inconsciente como una instancia estrictamente interna e individual, el concepto de CRI propone una nueva comprensión del mismo como resultante de las experiencias continuadas de relación y las reacciones recíprocas que se dan entre los miembros de una díada, que suscitan que determinados contenidos o modos de proceder sean admitidos o rechazados en la conciencia. Como señaló Tronick y alt. (1998), las relaciones diádicas (como es el caso de la pareja) pueden producir una expansión de la conciencia o, por el contrario, restringirla.

Como veremos, la escena cinematográfica que comentaremos ilustra de manera enteramente verosímil esta concepción más flexible y dinámica de lo que puede ser admitido o debe ser rechazado en la conciencia según la experiencia relacional acumulada en la relación de pareja.

 

La escena cinematográfica

La película refleja el encuentro entre dos parejas cuyos hijos preadolescentes han protagonizado un episodio de agresión. El incidente se inicia cuando uno de los hijos llama “chivato” al otro y éste le responde propinándole un golpe con un palo que le rompe dos dientes.

Los padres del joven agredido deciden tener un encuentro para hablar del incidente y de las medidas a tomar y reciben en su hogar a los padres del joven agresor[2]. Después de un inicio con buenas palabras e intenciones, en la medida en que se van poniendo de manifiesto las diferencias entre sus concepciones educativas, y más en general entre sus concepciones, comienzan a producirse conflictos entre ambas parejas.

La escena sobre la cual nos centraremos se inicia cuando la madre del niño agredido apela a la responsabilidad parental en los actos de los hijos, a lo que el padre del niño agresor contesta calificando el carácter de su hijo de “maníaco”, queriendo significar con ello que su hijo le resulta inaccesible y, en cierto modo, ha renunciado a parte de su papel educativo. La conversación entre ellos se agria, adoptando la madre del niño agredido un tono aleccionador al tiempo que la madre del niño agresor expresa sentirse mareada. En un momento dado la madre “agredida” expresa que existe una relación entre la agresión y el estilo educativo que el otro padre practica. La esposa de éste sufre un vómito explosivo que mancha varios objetos del hogar de los padres anfitriones (“agredidos”) y los pantalones de su propio esposo.

Como espectadores hemos ido percibiendo que las palabras de la madre “agredida y acusadora” resonaban en la otra madre de modo que se hace verosímil establecer una  relación entre el malestar psíquico que le comportan y su creciente malestar físico (el mareo). Así, el vómito adquiere un significado de expulsar lo que pugna por acceder a su conciencia en esta interacción con la otra pareja y, por supuesto, tiene el efecto real (o beneficio secundario) de poner fin a esta interacción.

En la siguiente secuencia esta mujer y su marido, los padres del joven agresor, están en el cuarto de baño limpiándose y ella, con aire preocupado dada la violencia de la situación creada, le pregunta cuál cree que ha sido la causa de su vómito, a lo que él contesta que, sin duda, la causa ha sido la mezcla del pastel que les había ofrecido la pareja anfitriona con la coca-cola caliente que había ingerido para tratar de mitigar la sensación de mareo.

Es esencial observar que esta explicación tiene el efecto psíquico de expulsar de la conciencia de la mujer los pensamientos que, visiblemente, le han causado desasosiego o, dicho de otro modo, “clausurar” su conflicto interno y, por otra parte, restablecer el  acuerdo de pareja sobre su estilo educativo, negando que éste tenga relación con la conducta agresora de su hijo y neutralizando entonces la crítica de la otra pareja.

Como desarrollaremos más adelante, esta “clausura” constituye un ejemplo de los pactos narcisísticos que se establecen en la pareja, según formulación de Käes (1991).

Varios conceptos de las teorías relacionales nos aportan mayor comprensión de esta secuencia. El concepto de intersubjetivación, explica que el equilibrio interno y el sentimiento de sí mismo (Self) de cada miembro de la pareja está condicionado por la interacción entre ambos; el de CRI, propuesto por el BCPSG, explica que la admisión o exclusión de elementos en la conciencia está condicionada por las interacciones que los miembros de la pareja esperan  (implícitamente) tener. Finalmente, el concepto de expansión diádica de la conciencia propuesto por Tronick explica la expansión de la conciencia que se produce en las relaciones terapéuticas (que son diádicas) en la medida en que permiten el acceso o la permanencia en la conciencia de elementos que habían sido rechazados, si bien en la escena que observamos no se da este fenómeno sino su contrario, es decir, una restricción, ya que la relación de pareja produce que la mujer reprima su reflexión en curso sobre el ejercicio parental.

 

Reacciones psicosomáticas, mentalización e intersubjetividad

Focalizando el análisis en la reacción psicosomática, el elemento central es la secuencia del vómito de la “madre agresora” en el momento en que la otra madre expresa la relación entre la agresión y la educación parental, relación que es taxativamente negada por su marido.

Font (1994) establece una tipología de patologías de pareja dentro de la que reconocemos el funcionamiento reflejado en la escena cinematográfica, la perteneciente al tipo psicosomático, en la que observamos la negación de la realidad psíquica. En consecuencia, las causas y los remedios del malestar psíquico son proyectados en hechos externos o físicos. Ya que en este tipo de funcionamiento las acciones sustituyen al pensamiento y, por supuesto, la palabra. Abundan los “no dichos”, es decir, abundan elementos que no son explicitados, se dan por supuestos, y su  cuestionamiento (de pensamiento o palabra) rompe acuerdos implícitos.

Como vemos, entre los miembros de la pareja se ha formado un CRI que determina lo que puede ser admitido en la conciencia tanto individual como de pareja. Esta admisión produciría una expansión de la conciencia que se inicia en la mujer pero es rechazada en la díada que forma con su marido, fenómeno formulado como expansión diádica de la conciencia (Tronick, 1998). Así podemos entender la manifestación psicosomática como una “respuesta de seguridad”, como indica Velasco (2011 b), cuya función es preservar la mente de  conflictos y mantener el equilibrio.

Una de las formulaciones clásicas de las reacciones psicosomáticas es la de Pierre Marty, que las observó en personalidades caracterizadas por el pensamiento operatorio, es decir, personalidades cuyo pensamiento no puede contener conflictos internos y estos son eliminados resolutivamente mediante actuaciones (“acting out”). Estas reacciones descritas por Marty se explican fisiológicamente puesto que el conflicto psíquico produce un estado de tensión somática que afecta el sistema neurovegetativo desencadenando procesos somáticos.

No obstante, la aportación fundamental de Marty fue advertir que este tipo de reacciones son desencadenadas por un estado mental de conflicto a pesar de que la persona no lo sienta como tal sino como un estado somático y la Medicina los explique también como procesos fisiológicos. Así, la angustia no es sentida como algo psíquico sino como algo corporal y se rechaza activamente la representación mental conflictiva, tal como observamos en la escena cinematográfica.

Otra de las observaciones psicoanalíticas clásicas sobre las reacciones psicosomáticas es su valor simbólico y los efectos y beneficios secundarios que producen. Así, la reacción  física expulsiva expresa literalmente aquello que ha sido expulsado (reprimido) de la conciencia, lo que no ha podido ser pensado o verbalmente expresado. En la escena que comentamos, el vómito expresa literalmente la expulsión de un pensamiento doloroso que entra en conflicto con otros elementos psíquicos y, en el plano de los significados reprimidos pero actuados, las salpicaduras sobre los pantalones del marido y sobre la mesa donde la otra mujer, inductora del conflicto, tiene objetos de valor emotivo para ella, son suficientemente elocuentes. Sugieren la “devolución” de las agresiones recibidas de forma sutil e implícita de parte de su marido y de la otra mujer.

Los autores actuales, entre los cuales cabe mencionar a P. Fonagy, señalan la incidencia de las relaciones interpersonales en los procesos de  mentalización ya que éstas influyen significativamente sobre lo que accede a la conciencia y por tanto debe ser compartido con las personas significativas. Así estos nuevos autores señalan que uno de los miembros de una díada puede pensar y mantener en la conciencia un determinado elemento en la medida en que el otro miembro también puede pensarlo o mantenerlo consciente. Por el contrario, la represión de elementos en uno de los miembros induce o bien a la represión también en el otro, o bien a la ruptura del acuerdo implícito entre ambos.

Eiguer (2006) aporta el concepto de comunidad de representaciones para designar el conjunto de acuerdos conscientes e inconscientes que cada pareja construye. Esta comunidad de representaciones incluye representaciones del mundo externo y de sí mismos por lo que la pareja se constituye en self object (Nicoló, 1993), o entidad por sí misma, que actúa como soporte de los selves de sus integrantes. Así, las opciones que toma la pareja como tal ejercen determinación sobre las que deben tomar sus miembros.

La escena comentada nos muestra que el pensamiento de la necesidad de implicación paterna, altera la comunidad de representaciones de la pareja, incluidas las representaciones de sí mismo de sus miembros. Así, en el film, éstos se sienten malos padres. Tras expulsar la mujer esta representación, la pareja se reconcilia consigo misma,  negando cualquier relación entre el vómito y el malestar psíquico o, lo que es psíquicamente equivalente aquí, cualquier relación entre su actitud parental y la agresión que su hijo ha realizado.

Los conceptos de membrana intradiádica y membrana extradiádica de Nicoló (1993) aportan otro matiz sobe este funcionamiento. Estos conceptos se refieren a la delimitación de los miembros de la pareja entre sí (intradiádica) y a la delimitación de la pareja con respecto al exterior (extradiádica).

La escena cinematográfica nos muestra que el señalamiento de la madre del niño agredido pone en crisis momentánea el acuerdo de los padres del niño agresor sobre su estilo educativo ya que la madre parece haber comprendido, pero el padre, no. Dicho en términos de Nicoló, la intervención de la otra mujer provoca una fisura en la membrana extradiádica al tiempo que refuerza la membrana intradiádica, ya que se ha creado una diversidad de representaciones dentro de la pareja parental. Como hemos dicho, esta fisura se cierra nuevamente por efecto de la manifestación psicosomática, la negación y el restablecimiento del acuerdo implícito de pareja.

En resumen, la escena nos muestra la influencia del campo intersubjetivo sobre las reacciones psicosomáticas y los procesos de mentalización.

 

Colusión, pacto narcisístico y conocimiento relacional implícito (CRI)

Como hemos visto, la reafirmación de la comunidad de representaciones preexistente en esta pareja ilustra otro de los fenómenos de la pareja: la colusión.

Como recordamos, este término tiene su origen en fenómenos que pueden darse en los tratamientos psicoterapéuticos cuando el terapeuta y el paciente evitan inconscientemente ciertas áreas conflictivas, lo que se traduce en inefectividad terapéutica o estancamiento.

De forma análoga, Font (1994) formuló que en la pareja también se evitan ciertas áreas que implican conflictos, evitación que da lugar a que el conflicto (en estado latente) se manifieste mediante síntomas patológicos ya sea en sus miembros o en los que dependen de ellos. En el caso que nos ocupa,  como sugiere la madre del niño agredido, la evitación del conflicto intrapsíquico  o de pareja produce un efecto externo sobre el hijo, ya que el pacto comporta un déficit en el desarrollo de las funciones parentales.

Esta externalización explica que, en un amplio estudio empírico, Gurman y Frankel (2002) estimen que en el 40% de las consultas, incluyendo las infantiles, adolescentes e individuales, se da una problemática de pareja que tiene una influencia significativa sobre la patología.

Los efectos de la colusión no se limitan a la producción de síntomas sino que se extienden a las posibilidades de crecimiento tanto individual como de pareja. Así, la colusión puede limitar el despliegue o expansión requerida por las sucesivas etapas vitales, una de las cuales es la parentalidad, que en el caso ilustrado por Un dios salvaje presenta déficits.

No obstante, más recientemente, varios autores han señalado que forzosamente una pareja tiene que establecer zonas libres de conflicto y acuerdos consistentes (Zócalo inconsciente de  Berenstein y Puget (1990), Quid pro quo de Don Jackson, Conyugalidad  de Nicoló (1999)).

Käes distingue los pactos narcisísticos en los que la pareja preserva del conflicto las zonas nucleares de sí misma y de sus miembros, y los pactos denegatorios, de naturaleza patológica. En ellos, los acuerdos cumplen la función de evitar percepciones dolorosas, como vemos que ocurre en la “pareja agresora”. Por el contrario, la integración de este elemento produciría una expansión diádica de la conciencia validando el sentimiento de la mujer, es decir, reconociendo su razón de ser. Esta validación implicaría modificar substancialmente los pactos implícitos o lo que cada uno espera del otro.

Como han mostrado el BCPSG (2007), los pequeños y sutiles intercambios comunicativos forman en las díadas un CRI de naturaleza inconsciente sobre lo que se puede esperar del otro. No obstante, estos autores remarcan que el CRI, a pesar de ser inconsciente, no es producto de la represión y por lo tanto no se corresponde con el inconsciente freudiano. Según estos autores el CRI es el resultado de un proceso de aprendizaje que sigue directrices biológicas y cumple funciones adaptativas.

Sin embargo, los estudios de Lyons Ruth han mostrado que la directriz del establecimiento muy precoz de patrones de comunicación es evitar el dolor psíquico, por lo que puede admitirse que el CRI también es producto de la represión. La diferencia estriba en que Freud pensó en grandes y puntuales traumas, mientras que la nueva tendencia relacional contempla esta serie de microtraumatismos que orientan el psiquismo en determinadas direcciones. Por otra parte, los recientes hallazgos de las Neurociencias han validado estos efectos ya que estas pequeñas pero continuadas experiencias crean vías neurológicas y procedimientos de actuación[3].

Efectivamente, en otras escenas del film podemos observar el CRI construido por esta pareja y los efectos microtraumáticos que ha comportado para la mujer. Igualmente, otras secuencias nos muestran que el pacto sobre el ejercicio parental forma parte de la idiosincrasia general de la pareja: la distribución de  funciones, los valores éticos, el sentido de la responsabilidad social, etc., que nos ilustra sobre el conjunto de actitudes y representaciones y las reacciones que esperan mutuamente, es decir sobre el CRI entre ellos. En este sentido, a pesar de la queja de la mujer sobre la carga educativa que debe afrontar en solitario, la pareja ha alcanzado un acuerdo implícito que solamente entra en crisis por los efectos que revela tener sobre el carácter del hijo.

 

Sobre el tratamiento

Finalmente, cabe considerar uno de los aspectos más controvertidos en la terapia de parejas: si esta pareja debería ser tratada por sus patologías individuales o de forma conjunta.

Como explican Gurman y Frankel, los primeros tratamientos de pareja pertenecían a la tradición humanista–religiosa y, excepto en casos de patologías psiquiátricas,  acostumbraban a tomar la pareja en su conjunto ya que una de las directrices mayores era la adaptación o encaje (Fit) (Dicks, 1967) de los individuos en los patrones culturales matrimoniales[4] y se evitaba, en parte por desconocimiento, la evaluación psicopatológica.

En la medida en que la visión psicoanalítica se extendió al campo de la pareja, se observó la psicopatología presente en estas problemáticas y se tendió a indicar tratamientos individuales. No obstante, las consideraciones sobre la intersubjetividad y su papel en las psicopatologías individuales que hemos referido anteriormente han conducido a conceptualizar la pareja como una entidad propia que puede, y en algunos casos debe, ser tratada como tal, hasta cierto punto diferenciada de los individuos.

Los personajes de la pareja escenificada en el film no muestran preocupación por su realidad psíquica e incluso escasa conciencia de ella. A pesar de su adaptación, la mujer sufre y la intervención de la otra madre ha producido en ella un insight, aunque doloroso, y potenciado su afirmación y una mayor expansión de su self en la pareja.

No obstante, un posible crecimiento a través de un tratamiento individual seria largo y,  probablemente, la pareja dentro de la cual se encuentra, sería un fuerte obstáculo, dada la rigidez actuadora del marido. Por lo tanto, considerando con Velasco (2011b) la función de seguridad que cumplen los síntomas, en este caso la preservación de los acuerdos de pareja, a pesar de la limitación del self que le impone, es improbable que emprendiera este camino.

Por el contrario, un trabajo conjunto de pareja centrado en la intersubjetividad, en “decir lo que no está  dicho”, y la negociación de lo emergente en un marco terapéutico que permita la expresión y a la vez la regule, le permitiría quizá tener que afrontar una menor rigidez defensiva en su marido y disminuiría su propia resistencia.

Finalmente, el trabajo intersubjetivo, centrado en desarrollar las percepciones mutuas, constituye, según Fonagy y otros, la vía regia de la mentalización, por lo que disminuiría la somatización y los episodios como los que refleja el film.

 

Epílogo

Tratándose de una película, no asistimos a un proceso terapéutico como el que proponemos ya que la madre del niño agredido toma una actitud culpabilizadora, ejemplarizante y por tanto antiterapéutica. Como se aprecia, esta actitud, si bien facilita la expansión de la otra mujer, refuerza por igual la resistencia y la negación del marido.

Habiéndose malogrado el insight de la madre del agresor por la violencia de la reacción defensiva y habiendo resultado la madre acusadora emocionalmente herida (el vómito mancha sus libros más queridos), la interacción posterior entre las parejas  sigue una tónica incremental y ambas enfrentan sus convicciones. El film termina con una despedida hostil entre ambas.

Queda preguntarse por los niños, cuyo incidente violento ha motivado el desgraciado encuentro y constituiría un posible motivo de consulta y tratamiento para esta pareja. Recuperando la ironía que caracteriza algunas de las escenas de los films de Polanski, la última escena que el director nos ofrece es la de los niños juntos, sin otra compañía, entretenidos, ajenos a lo que ha sucedido entre sus padres e incluso a cualquier fondo de conflicto entre ellos dos. Las conclusiones que nos propone Polanski… optamos porque cada lector suponga cuáles son.

[1] Título original Carnage, según guión y obra teatral de Yasmine Reza.

[2] En adelante, a efectos de una mayor agilidad expositiva y a pesar de la gran simplificación que implica, nos referiremos a ellos como los “padres agresores”, “madre agresora”, “padres agredidos”, “madre agredida”, etc.

[3] Ver los estudios sobre Memoria procedimental de Coderch (2010).

[4] Observemos que este encaje (Fit) cumple una función de soporte del self (Self Object) de la que hablamos anteriormente como característica de la pareja.

 

Referencias bibliográficas

Berenstein, I. y J. Puget,  (1990), “Nuevas aportaciones al psicoanálisis de pareja y familia.” Terapia familiar, 13 (20), 9-18.

BCPSG (Boston Change Process Study Group) (2007), “The foundational level of psychodynamic meaning: Implicit process in relation to conflict, defense and the dynamic unconscious”, International Journal of  Psychoanalysis, 88:1–16.

Coderch, J. (2010), La práctica de la psicoterapia relacional, Madrid, Ágora Relacional.

Dicks, H.V. (1967), Tensiones maritales, Buenos Aires, Hormé, 1973.

Eiguer, A. (2006), “Por un psicoanálisis familiar recreativo”, Psicoanalisis & Intersubjetividad, 1 . Originalmente publicado en Le divan familial, 16. Paris.

Font, J. (1994), “Psicopatología de la pareja” En Bobé y Perez Testor (1994), Conflictos de pareja: diagnóstico y tratamiento, Barcelona, Fundación Vidal y Barraquer, pp. 81-114.

Gurman, A.S. y P. Frankel, (2002), “The history of couple therapy: a millenial review”, Family Process, vol 41, núm 2, pg. 199.

Käes, R. (1991), El grupo y el sujeto del  grupo, Buenos Aires, Amorrortu.

Nicoló, A.M. (1999), “Essere in coppia: funcione mentale e construzione relazionale”. En Nicoló, A.M., Curare la relazione: saggi sulla psicoanalisi e la coppia. Franco Angeli. Milán.

Tronick, E., N. Brushweller-Stern, A. Harrison, K. Lyons-Ruth, R. Morgan,  J. Nahum, L. Sander y D. Stern (1998), “Dyadically expanded states of consciousness and the process of therapeutic change.Infant Mental Health Journal (19): 290-299.

Velasco, R. (2010), “Memoria y conocimiento relacional implícito”, TEMAS DE PSICOANÁLISIS, núm 1, www.temasdepsicoanalisis.org

– (2011a), “Contextos de una psicoanalista.”, Trabajo incluido en el Seminario Patrón Relacional y Experiencia Subjetiva, Instituto de Psicoanálisis, Barcelona. Pendiente de publicación en Psychoanalytic Inquiry.

– (2011b), Apuntes del Seminario Patrón Relacional y Experiencia Subjetiva, Instituto de Psicoanálisis, Barcelona.

Willi, J. (1978), La pareja humana: relación y conflicto, Madrid, Morata, 2002.

 

Resumen

Las películas contienen a menudo escenas que reflejan fenómenos que también observamos en la práctica clínica. Su análisis tiene el interés de poder ser compartido con otros espectadores y poder ser fiel a los hechos sin transgredir la confidencialidad. En este artículo nos referimos a la película Un dios salvaje dirigida por Román Polanski en la que observamos algunos de los fenómenos típicos del funcionamiento de las parejas.

Nos centraremos en una secuencia en la que ocurre una manifestación psicosomática a partir de la cual podemos analizar los procesos de mentalización, intersubjetivaciónconocimiento relacional implícito (CRI) y pacto narcisístico de una pareja en el contexto teórico más amplio del Psicoanálisis Relacional.

Palabras clave: Pareja, psicosomática, pacto narcisístico, intersubjetivación, Conocimiento relacional implícito.

 

Abstract

The movies often contain scenes that reflect phenomena also observed in clinical practice. Their analysis has the interest to be shared with other viewers and to be faithful to the facts without violating confidentiality.

In this article we refer to the movie Carnage directed by Roman Polanski in which we observe some of the typical phenomena of couples functioning.

We will focus on a sequence where a psychosomatic manifestation occurs in  which we can analyze the mentalization processes, Intersubjectivation, Implicit Relational Knowledge (IRK) and the narcissistic pact of a couple in the broader theoretical context of the Relational Psychoanalysis.

Key words: Couple, psychosomatic, narcissistic pact, Intersubjectivation, Implicit Relational Knowledge.

 

Pere Llovet Planas
Especialista en Psicología Clínica y Psicoterapeuta psicoanalista (ACPP/FEAP).
Delegado de Pareja y Familia de la EFPP.
Supervisor de la Diputación de Barcelona.
Telf 651 19 64 46
e-mail: perellovet@telefonia.net